El parto es el mayor desafío que asumes desde que te enteras del embarazo.
El día que vi las dos rayitas en el test, además de la alegría, de repente se me pasa por la cabeza “madre mía, ¡voya parir!” y eso conlleva fundamentalmente dos sentimientos, o solo uno, el miedo, en dos vertientes: el miedo al dolor y el miedo a lo desconocido.
Y no sé qué es peor, a pesar de que realmente van muy unidos, porque aunque lo desconocido es la sensación de parir, el dolor también es desconocido, ya que no sabemos qué es lo que va a doler en ese momento, cómo se sentirá ese dolor y cómo podemos calmarlo.
Yo me planteé no darle demasiada importancia al tema de parto, no obsesionarme ni pensar mucho en ello. Aún así la gente me preguntaba, escuchas historias de partos, algunas buenas, otras malas, piensas que alguna se la podían haber callado porque aunque no sea sugestionable pero oye, hay determinadas cosas que impresionan pero bueno, yo intenté no dejarme influir demasiado.
Así que procuré que durante mi embarazo el eje central de mis preocupaciones fuera el bebé que crecía en mi barriga y ya está. Cómo iba a salir era algo en lo que pensaba, claro, y para ello, igual que para todo, no hay nada mejor que estar bien informada. Así que no me importó ver vídeos de partos, aunque tampoco quise ver muchos para no sugestionarme; leí mucho sobre el tema, en libros y en diferentes páginas webs, y además en los foros leí y compartí las historias personales de muchas mujeres que ya habían vivido su momento.
Tengo que decir que, si bien yo estaba segura de saberlo todo cuando me quedé embarazada, después de leer y ver cosas aquí y allá me di cuenta de que era una perfecta ignorante en lo se se refiere al parto.
Siempre he pensado que, más corto o más largo, un parto vaginal se resumía en llegar, dilatar, ir a paritorio, un corte para ayudar a la expulsión del bebé y luego a coser la zona; no es de extrañar que pensara así, es básicamente lo que cuenta la gente, yo daba por hecho que a todas las que parían le hacían un tremendo corte que se liquidaba con unos cuantos incómodos y dolorosos puntos; pensaba que lo que dolía era eso, sacar la cabeza del bebé, y por eso veía totalmente normal que tuvieran que cortar para ayudar. Para mí la palabra “episiotomía” era totalmente desconocida, no sabía que la zona afectada era el periné. En resumen, me dí cuenta de que no sabía nada.
Pero lo bueno de informarse es darse cuenta de lo valiosa que pueda ser esa información. Me ayudaron muchísimo las experiencias de otras mujeres y hubo consejos que decidí seguir porque pensaba que no podía perder nada. Uno de los descubrimientos que más me llamó la atención fue el plan de parto, o sea, una declaración de mis preferencias y voluntades a la hora de parir.
Yo no sabía que eso se podía hacer, no sabía que cabía la posibilidad de comunicar a los profesionales tus expectativas repecto al parto. Pero me di cuenta, a través de los foros, que es una de las grandes luchas en el tema del parto, la libertad de la mujer para establecer cómo, en la medida de la posible, quiere que se desarrolle su parto, al margen de protocolos hospitalarios, de intervenciones rutinarias.
La verdad es que me pareció una gran idea, pero pensé que aquí era difícil llevarla a cabo. Así que bueno, aunque redacté un boceto de plan de parto, se quedó en eso.
Sobre las clases de preparación al parto tengo que decir que me ayudaron muchísimo. Estaba harta de oir que no servían para nada, que luego en el momento de parir no te acordabas de nada, pero lo cierto es que yo me tomé cada una de las clases muy en serio y disfruté muchísimo. Además me acompañó mi pareja a las más importantes, creí fundamental que él también acudiera para saber en la medida de lo posible todo lo que se podía encontrar cuando llegara el gran momento.
A partir de las clases de preparación, que empezaron en mi semana 28 de embarazo, para mí fue una cuenta atrás, éstas supusieron un punto de inflexión ya que ahí me dí ya cuenta de que el parto no era algo tan lejano y que tenía que ir preparándome para ello. Seguí consejos como andar mucho, comprar aceite de rosa mosqueta para preparar mi periné y evitar una episiotomía, preparar lo necesario para llevar el hospital, realizar los ejercicios de Kegel para fortalecer el suelo pélvico, en fin, estaba totalmente concienciada en hacer todo lo posible para facilitar el parto.
A medida que se acercaba la fecha la gente me preguntaba si estaba nerviosa, si tenía miedo… nerviosa no, la verdad, no veía que llegaba el momento, de hecho cuando me dí cuenta ya estaba pariendo, no me dio tiempo a pensar “voy a parir ya”; y miedo, pues tampoco, o por lo menos no miedo al parto o miedo al dolor, ya que al fin y al cabo, más o menos, sólo serían horas, si tenía algún miedo era por mi niño, sólo me preocupaba que pasara lo que pasara mi niño estuviera bien, yo era secundaria en todo eso.
Otra pregunta que no fallaba era si iba a ponerme la epidural. Siempre tuve claro que iba a intentar aguantar lo que pudiera, como no sabía qué iba a pasar no quería ir con la idea preconcebida de ponerme la epidural por sistema, mi intención era intentar aguantar todo lo posible, y si no podía pues sí, pediría la epidural.
Intentaba pensar en el parto lo menos posible porque me conozco y sé qué si le daba demasiadas vueltas al final iba a ir muerta de miedo, y para qué adelantarse a los acontecimientos. No sabía si iba a tener un parto vaginal o si me tendrían que hacer cesarea, si sería un parto rápido o me pasaría horas dilatando, si me pondría de parto en la fecha o si tendrían que inducírmelo… hasta que llegara el momento no sabría nada, y podían pasar tantas cosas. Durante las últimas semanas no hacía mas que escuchar eso de “que tengas una horita corta” y yo me decía “¡ojalá!”.
En realidad iba más predispuesta a tener dificultades que a tener un parto fácil, para que nos vamos a engañar.
Así que bueno, aunque finalmente no presenté plan de parto porque pensé que me lo echarían para atrás, y decidí confiar en el personal que allí me encontraría, lo que sí hice fue darle una charla a mi pareja sobre lo que quería si llegado el momento yo no estaba para hablar. Todo se resumía fundamentalmente a que no quería enema, no quería epidural salvo que fuera necesario, no quería episiotomía salvo que fuera necesario y desde luego no quería una cesarea salvo que no fuera estrictamente necesario.
Tengo que decir que la pareja es fundamental en el momento del parto, por lo menos para mí lo fue. Yo no decidí cuándo irme al hospital, de hecho no quería irme al hospital porque pensaba que no era el momento, fue él quien me obligó, supongo que porque yo no me veía como estaba y él sí, enseguida se dio cuenta de que mis dolores no eran pasajeros.
Reconozco que, aún sabiendo a lo que iba perdí totalmente el control de la situación. No estaba excesivamente nerviosa pero el dolor me tenía totalmente bloqueada y lo único que hacía era pedir que por favor me calmaran el dolor. Allí mi pareja se dio cuenta de lo valiosas que habían sido las clases de preparación al parto y las indicaciones que yo le había dado. Sabía perfectamente lo que estaba pasando, cómo tenía que actuar y cuándo debía preocuparse y avisar para que me atendieran.
Y es cierto lo que me decían, que luego cuando estás pariendo no te acuerdas de las respiraciones, y no es que no te acuerdes, es que no estás para nada, intentas por todos los medios aguantar y te olvidas de todo, pero precisamente por eso es tan útil la pareja, para recordártelo. Mi pareja me guió en todos y cada uno de mis pujos y mis respiraciones, y me ayudaba a recordar cómo tenía que actuar, y me animaba a seguir.
Recuerdo que en el expulsivo fue el momento en el que sí pensé en cómo tenía que hacer para no desgarrarme, creo que ése fue el único momento en el que me concentré de verdad, escuchaba las indicaciones del matrono y recordaba las que había recibido en las clases. Tanto que, una vez nació mi niño, creo que lo primero que pregunté es si me había desgarrado mucho.
Tardé poco en darme cuenta de que había tenido un parto maravilloso, a pesar del dolor, que había tenido una suerte tremenda con el personal que me asistió, y que toda la información que yo busqué en su momento me había sido de gran ayuda. En cuanto nació mi bebé dejé de sentir dolor y recuperé un poco la consciencia de lo que estaba pasando, y en la sala de recuperación lo hablaba con mi pareja una y otra vez.
Había vivido mi parto como yo quería y lo mejor es que sabía todo lo que estaba pasando, es decir, nunca tuve la sensación esa de “y por qué me harán eso o lo otro”, y eso me tranquilizaba muchísimo.
Así que, como resumen a todo esto, puedo decir que es cierto eso que dicen que la información es poder. Estar bien informada sobre el parto ayuda a prepararte física y mentalmente, a intentar encarar lo que durante el proceso se pueda presentar, a trabajar para que el parto sea lo mejor posible, a saber disfrutar del momento a pesar del dolor.
Y aunque antes no lo había pensado, la información también ayuda a mejorar las cosas cuando la gente está por ello. Aquí me remito a las palabras del matrono que asistió mi parto, cuando se intentan cambiar y mejorar las cosas y los profesionales trabajan para ello, si el paciente no tiene conocimiento de ello, no valora ese trabajo y ese esfuerzo por mejorar; y esto es muy importante para que los profesionales no se den por vencidos en su intento de mejorar un servicio que de todas nos favorece, y para que quien tiene que decidir que cambien las cosas, como se suele decir “los de arriba”, vean que este trabajo es efectivo y que los usuarios quieren de verdad que mejoren las cosas.
Por eso, ya que nos quejamos cuando creemos que recibimos una atención inadecuada, no está demás agradecer cuando recibimos un buena atención aunque pensemos que ésa es su obligación y por eso les pagan; sí, esto es así, pero a todos nos pagan por nuestro trabajo y aún así nos gusta que de vez en cuando nos den una palmadita en la espalda, eso nos anima a seguir y a mejorar.
Tengo que decir que yo me sentí tremendamente feliz cuando pude agradecer a mi matrono toda su ayuda y su trabajo en mi parto, sentía la necesidad de mostrarle mi agradecimiento y me fui más feliz todavía a ver que éste era bien recibido y que les anima a que sigan trabajando para mejorar las cosas.
Ésta ha sido mi experiencia, espero que te sirva para perder ese miedo e ir más preparada y concienciada a un momento que sin dura será único en tu vida.
nereida que hermoso blog.. esta hermoso Ivan.
he estado hechandole un vistaso.
bueno besitos a los dos.
Celes y Uriel
Alejandra soy Lorena (andreslucia) acabo de descubrir tu blog…me está encantado
Me alegro que todo te fuera maravilloso en tu parto. Yo estoy haciendo un blog también. Ahora estoy embarazada de 36 semanas y con un miedo terrible al parto. Por ello me he decidido a escribir, principalmente para deshaogarme y poder transmitir a otras personas mis sentimientos y emociones. Seguiré tu blog. UN saludo. Yolanda
Bonito post!! coincido contigo en que la información te da tranquilidad y que los partos respetados es lo mejor que nos puede pasar. Estoy deseando ir a mis clases preparto para aprender y conocer bien lo que debes hacer ese día. Un saludo. Susana