Y llegaron los Reyes Magos

Hay una semana al año en la que vuelvo a ser niña. No puedo evitar sentirme igual de ilusionada los días previos a la noche de Reyes, aún esperando no recibir nada -dada las puñeteras circunstancias económicas, pero no puedo evitarlo, me hace una ilusión tremenda.

Desde que soy madre es aún más fuerte, como si volviera a revivir mi infancia a través de los ojos de mis hijos. Ellos me transmiten sus nervios y su ilusión, sus ganas de vivir a tope estos días, y disfruto como una condenada con todos los preparativos, intentando que sea un día muy especial y que la sorpresa de la mañana de Reyes supere nuestras expectativas.

Este año no podía ser menos, a pesar de que la contingencia de regalos ha sido menor. La crisis se nota mucho, y aunque parezca una pena que la paguen los más pequeños que no tienen culpa de nada, en el fondo no hay mal que por bien no venga: su ilusión se mantiene y, realmente, no necesitan tantas cosas. De hecho, una montaña de juguetes no sirve más que para acumularse, jugar con los más existosos y que los que lo han sido menos acaben en el fondo de un baú. Porque no se en vuestros hogares pero en el nuestro se han sacado juguetes de reyes de hace uno o dos años sin abrir ni siquiera la caja, porque en su momento no gustó, porque no era adecuado a la edad o simplemente por que pasó desapercibido.

Han sido unos días bastante tranquilos comparados con años anteriores, hemos “previsto” todo a tiempo para no dejar nada a última hora, tenido menos compromiso y hemos disfrutado del 5 enero con más relajo, pues llevábamos unos años que entre quedar con unos y con otros el día era una carrera continua por llegar a tiempo a todas partes.

Empezamos en familia. La cabalgata sale de nuestro barrio y este año el tito Adrián tocaba con su banda escoltando al Rey Baltasar, mis hijos estaban emocionadísimos con ello y lo invitamos a comer para que ya saliera vestido de jeque árabe desde nuestra casa. Y nosotros también salimos a ver los primeros pasos de la cabalgata por la ciudad, a recoger los primeros caramelos, y a disfrutar de las primeras caras de ilusión. Iván emocionado, Antía desconfiada y algo asustada con tanto jaleo.

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Nos fuimos a casa a descansar porque el día prometía ser largo, intentamos dormir una siestecilla pero Iván parecía que había metido los dedos en un enchufe porque menuda energía que tenía,n o se callaba, no paraba quieto, venga a saltar en los sofás, a tirarse encima de alguno, hasta que le dije “¡Iván hijo estate quieto ya! ¿Qué te pasa que no paras?” y me contestó “¡Mamá no puedoooooo, estoy muy nerviosoooooooo!”.  ¿Pero cómo no iba a estar nervioso? Ya me vale por preguntar, ¡qué ingenua soy a veces!.

Baños, ponernos guapos y a la calle, esta vez a ver la cabalgata con los abuelos maternos, que les gusta disfrutar de esta tarde con sus nietos. Viendo el percal decido ser práctica, conducir yo -soy más astuta a la hora de callejear y buscar aparcamiento- y directamente lo meto en el parking de El Corte Inglés tras comprobar que tienen la valla levantada. No me tocará la lotería pero siemrpe aparco bien, no se puede tener todo en esta vida.

La peque duerme como un tronco, Papá se la cuelga en la mochila ergonómica y salimos a esperar la llegada de la cabalgata, y de los abuelos. Iván se percata que hay una pequeña feria a las puertas de la tienda y le prometo que al acabar lo dejaré subirse a algun cacharrito. Llegan los abuelos, llega la cabalgata, Iván disfruta como un enano viendo las cutre carrozas y recogiendo caramelos que nunca comerá – porque no le gustan, pero  los coge, que la tradición manda – mientras Antçia sigue dormida como un tronco a pesar de todo el jaleo. Pasa Melchor que más bien parece Neptuno entre tanta sirena, concha y delfín, Gaspar al son de Paquito Chocolatero que solo le falta subir los brazos y cantar “heyyyy, heyyyyy” mientras se agacha cual amigo borrachuzo del novio, Baltasar que por alguna extraña razón siempre es el más generoso tirando caramelos. Princesas Disney que más bien parecían… me voy a callar lo que parecían, de todo menos princesas. Un dinosaurio articulado la mar de molón, todo el mundo sabe que los Reyes además de camellos llevaban un dinosario para las cargas mayores. A los peques les gustó que es lo más importante.

Nos llevamos algún caramelazo a traición, de esos que casi te ponen un ojo a la birulé, me estoy planteando seriamente hacerme de un casco y un escudo para estas lides, porque más de un año he salido lesionada.

Al acabar lo prometido es deuda, fuimos a la feria pero no sin antes decirle a Iván que debía escoger una atracción porque son muy caras y no puede ser. Es un niño muy comprensivo, eligió el castillo hinchable que además era el más barato, se subió tan feliz y se bajó igualmente feliz. Antía se despertó cuando Iván salía del castillo así que nos fuimos antes de que se diera cuenta de la fiesta, pues ella no es menos y también querría subirse. Una última adquisición para la noche de reyes y a casa del abuelo a cenar con la familia y esperar a que algún rey mago nos dejara allí los primeros regalos.

Decir que se cortaba el ambiente con un cuchillo era poco. Los nervios de los más peques de saber que tras la cena vendría uno de sus majestades a entregar los regalos en persona eran palpables. ¿Palpables? Estaban como motos, ni comer querían como es lógico, y si por ellos fueran no comeríamos ni los mayores. Pero una mesa de ibéricos, mariscos y demás delicatessen no es para comer con prisa, y más servidora que venía sin merendar. Mi hijo me preguntaba “Mamá, ¿cuándo vendrán los Reyes?”y yo contestaba “después de cenar, cariño”, mientras chuperreteaba cuerpos y bocas de cangrejo real como si no hubiera un mañana.

Los niños se fueron a ver la tele juntos a la salita, los mayores cenamos en familia con la grata visita de unos tíos alemanes, me encantan estos momentos familiares en los que comemos como orcos, compartimos anécdotas y nos reímos un ratito. Y de vez en cuando asomaba una cabecita infantil en plan emisario, “¿Falta muchooooooooo?”, para que luego digan que los niños son impacientes.

A las 10 era la hora señalada. Entre cuchicheos, abrir y cerrar de puertas, luces y sombras, mi sobrino rompe su nerviosismo porque cree haber visto la silueta de un Rey Mago. “Que no hombre, que es tu tío que le ha entrado un apretón y se ha ido al baño”. Se hace silencio, se abre la puerta y aparece un Rey Melchor sentado en el trono silladelordenadordelabuelo y los niños se cuadraron como soldados en la mili. Y empezó el reparto de regalos con los correspondientes agradecimientos a su majestad, besos, abrazos y choques de manos, según fuera niño o adulto. Antía perdió rápido el miedo, habiendo regalos de por medio no hay susto que valga, y no se cortó un pelo a la hora de acercarse a Melchor, coger su paquete y abrirlo tan feliz. Iván lo tiene más que superado, se puso el primero en cola no fuera que así le tocaran más regalos.

Hijos míos, alguna vez os contaré que el Rey Melchor era vuestro tío Borja camflado y con una voz que no era capaz de disimular, bendita sea vuestra inocencia.

De allí nos fuimos con un cuerpo humano, un sistema solar montable y un barco de soldados de Playmobil, para Iván, ¡Lo que había pedido! Y Antía feliz cual perdiz con su super caja registradora, su carro de la compra, su arca de Noe de Playmobil y su avión de Pin y Pon, los quería llevar todos ella sin ayuda, ¡Son míos!

Iván se durmió en el coche y directamente a la cama, Antía estaba bien espabilada pero un poco de teta en la cama bastaron para que se durmiera. A nosotros aún nos quedaba trabajo, Papá debía subir los regalos de la tienda, ya que en casa no hay donde esconderlos, y yo montar el “escenario” para la sorpresa del día siguiente, y envolver algún que otro regalo que se me había olvidado.

Decidí hacer un caminito de monedas de chocolate desde la puerta de la habitación hacia el árbol, montamos un conjunto de mesas y sillas que compré cuando abrí la tienda con la intención de ponerla allí para los niños pero nunca se llegó a sacar del embalaje, así que añadíamos un regalo más totalmente improvisado. Y una vez todo puesto, colocado y ordenado, foto hecha, me fui a la cama casi más nerviosa que mis enanos. De hecho apenas dormí pensando en la cara de sorpresa de mis niños a la mañana siguiente.

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Se portaron bien, Iván no abrió el ojo hasta las 9 de la mañana, me despertó con un beso preguntándome si podía ir ya al salón y le dije que mejor esperar a que su hermana se despertara. Como la impaciencia nos podía al final la despertamos con besitos y caricias y la peque, que es peque pero no tonta, le faltó tiempo para pegar un salgo en cuanto dije “¿vamos a ver si han venido los Reyes Magos?”.

Me sorprende porque Iván con 2 años y medio aún no se enteraba muy bien del tema, Antía sabe demás quiénes son sus majestades y tiene muy clara su misión de dar juguetes. Mi niña espabilada.

Al abrir la puerta enseguida descubrieron el caminito de monedas pero Iván se fue directo a los regalos mientras Antía hacía acopio de todas y cada una de las monedas en sus pequeñas manos. Y entre saltos y gritos de alegría empezó el reparto de regalos, Iván hizo los honores y se ocupó de darle a Antía sus paquetes. Lo veía ahí, de perfecto hermano mayor, leyendo con solemnidad los nombres de las tarjetas, ayudando a su hermana a romper el papel hasta que le dije “Iván venga, ¡abre los tuyos!” y me contestó “No mamá, primero mi hermana que es la más pequeña, cuando ella acabe abriré yo los míos”. Me dejó sin palabras, qué generoso es mi niño incluso en un día tan especial. Efectivamente, esperó a que su hermana acabara de abrir todos sus regalos y luego le tocó a él.

Se puedo decir que hubo pleno al quince y que su majestades trajeron todo lo pedido porque no hubo quejas. A Iván su primer libro de Geronimo Stilton, un parchís, un Quién soy yo -el primo pobre del Quién es quién-, un nomeacuerdocomosellama primo pobre del Twister y su añorado y deseado tren Thomas en el Castillo.

Antía no fue menos y se encontró con una preciosa muñequita, un perrito en su transportín con un kit de primeros auxilios veterinarios, la caravana de Pin y Pon y tocador de Minnie Mouse.

Era una mañana fresquita y nublada así que apetecía quedarse en casa, como no teníamos más compromiso que ir a casa de los abuelos decidimos dejarlo para la tarde y aprovechar la mañana para montar juguetes y jugar tranquilamente, sin prisas. Y allí, como locos, probando todo, jugando el uno a lo del otro, el otro a lo del uno, los dos a lo de uno y a lo del otro… Comprobamos que da igual que el juguete sea para uno o para otro, de niño o de niña -que nosotros intentamos no hacer distinción en ese aspecto-, mis niños comparten juego ya sea con una Pin y Pon, un parchís o un tren eléctrico. Mis niños son listos y saben que juntos tienen más juguetes y disfrutan el doble, me encanta verlos jugar porque sí, a veces se pelean, pero la máxima es verlos sentados compartiendo juegos.

La anécdota de este año la tuvimos en casa de los abuelos. Por la tarde temprano fuimos a buscar lo que había dejado allí los Reyes, Iván estaba muy nervioso y al llegar se puso a buscar regalos por todos los rincones. Momento abuela “Iván, ¿has visto los regalos?” y respuesta “no abuela, aquí solo hay bicis” vaticinaba que la cara no sería de sorpresa buena… 

Seamos sinceros. Iván no pidió una bici. A Iván no le llama nada la atención una bici. Iván no se esperaba una bici, cualquier cosa menos una bici. Así que cuando le dijimos que esa bici era su regalo en casa de los abuelos, se mascó la tragedia. Cara de decepción y un llanto lastimero fueron lo siguiente, eso y miradas a mi madre de “¿ves? te lo dije”, porque odio decirlo pero es cierto que le dije que no le iba a gustar. Para colmo a Antía le flipó la bici, tanto que tardó cerocoma en subirse y tocar el timbre, timbre que la de Iván no tenía y el pobre, por no decir que no le gustaba la bici decía llorando que la suya no le gustaba porque no tenía timbre.

Al final conseguimos convencerlo para salir a la calle y dar un paseo, una vez ajustamos y nivelamos los ruedines que para colmo hacía que la bici basculara hacia un lado y se cayera. Por suerte, en cuanto se arregló, salimos y empezó a dar las primeras pedaladas, su cara fue cambiando, tanto que al llegar al carril bici de la avenida aquello era, por fin, un niño feliz estrenando la bici que le habían estrenado los reyes. Del llanto al “qué regalo más guay” un paso, afortunadamente.

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Faltaban los regalos de los padrinos, por una parte fueron recibidos esta semana, y otra vez pleno porque a Iván le trajeron una pista de Hot Wheels, de los pocos juguetes de niño que le gustan, y a Antía un carrito de limpieza con aspiradora y todo que la tiene loca. Y faltan los otros padrinos, que vendrán este finde, seguro que son otro acierto.

Días después disfruto mucho viéndolos jugar, probando cada día alg nuevo, inventando nuevos juegos. Antía disfruta como una enana pasando la cesta de la compra por su caja registradora y pasando la aspiradora, Iván está loco con su tren Thomas que es uno más de la familia y emocionado con su cuerpo humano, y más desde que puso el cd interactivo en el ordenador con un montón de actividades para aprender sobre él. 

Pero curiosamente puedo decir que los más exitosos han sido el parchís y el Quién soy yo, y es que como dice Iván, “lo mejor es jugar toda la familia junta”. Y qué verdad es que a veces, con poco, se consigue disfrutar a tope.

5 thoughts on “Y llegaron los Reyes Magos

  1. Mo

    Qué momentos más especiales…y qué risa el tío Borja disfrazado, jajajaja!
    Por suerte al final las bicis fueron un regalazo, me alegro! (porque sí, a veces no cuela y te quedas a cuadros…).
    Un besote familia, le habéis sacado provecho a las fiestas!
    Muas!

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    1. Alejandra La aventura de mi embarazo

      Sí que lo son, y conforme van creciendo más, porque son más conscientes y te transmiten su ilusión y nervios con mayor intensidad.
      Lo de las bicis ¡Menos mal! Ahora disfruta de ella a tope y le encanta, así que bien está lo que bien acaba 😉

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  2. Anónimo

    Hola Alejandra, me encanta tu blog, y este post de los reyes magos es una pasada por el detalle con el que lo explicas todo. Pero yo después de ver la cantidad de regalos que han recibido tus niños tengo una duda muy grande, ¿Dónde guardáis y colocáis todo?, o es vuestra casa una caos de juguetes?, es que yo tengo solo una niña de 2 niños y medio y mi casa es una locura y contengo a todo el mundo con los regalos, pero es que en un piso de 84 m2, por poco que tengas todo es mucho. De verdad me encantaría que hicieras un post sobre tus trucos de almacenaje o algo así. Sigue así que eres una bloguera genial, Besotes!! Amparo

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    1. Alejandra La aventura de mi embarazo

      Uff pues mira que este año han sido menos regalos que otros años, pero sí, ciertamente tenemos un problema de almacenaje. De momento lo solucionamos con baules y muebles de ordenación, me tomo tu petición de un post específico y os cuento con detalle 🙂

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  3. Por qué no me gusta la regla de los cuatro regalos - La aventura de mi embarazo

    […] mi la magia de los Reyes Magos (es lo que más celebramos en nuestra casa, Papá Noel es testimonial) es precisamente poder soñar […]

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