Ya estamos de vuelta en casa, aquí una servidora con eses sentimiento tan típico de los gallegos, la morriña. Morriña por la tierra donde nací y me crié, por la vida que alguna vez llevé allí, por ese monte tan cerca del mar, por esa Ría de Arosa tan bonita y particular, por el sonido del mar y las gaviotas, por el aire limpio, por todos los recuerdos que han venido a mi memoria al recorrer las calles de mi infancia. Vivo en una ciudad completamente diferente a todo aquello, y pese a que no se si podría vivir de nuevo allí porque estoy muy adaptada a la vida en el sur (y me encanta), no puedo evitar fantasear sobre como sería mi vida de ahora en mi tierra natal, si sería capaz de volver a un tiempo más fresco y lluvioso, a una vida de pueblo donde todo el mundo se conoce.
Los días me han cundido menos de lo que me esperaba por culpa de la otitis, que no acaba de curar y me tuvo dos días metida en casa. Me quedé sin visitar Santiago de Compostela (fuimos pero solo de visita familiar), sin ver a mucha gente que hubiera querido, sin enterarme que una de mis mamás blogueras favoritas también andaba por allí, qué rabia me da no haberlo sabido, pero me quedo con la cosa de que ya habrá otros momentos, pues espero poder volver pronto.
Tengo que decir que esta escapada ha hecho que me sienta especialmente orgullosa de mis peques; ya lo estoy siempre y por cualquier tontería, pero es que se han portado tan bien que no puedo evitarlo. Hemos estado los 10 días en casa de mis tíos y se puede decir que no se ha notado que había niños; sí se ha notado la actividad que tienen, pero no han dado ni una sola mala noche, Iván dentro de que es un trasto se ha comportado de maravilla, obedeciendo y respetando que no estábamos en nuestra casa, y eso ha hecho que todo haya sido muy fácil, normal, como si conociese aquello de toda la vida. Así da gusto salir de casa, sabiendo que me puedo llevar a los niños porque van a normalizar el estar en casa ajena.
Notamos que Iván estaba trastocado en el tema de las comidas, pues ha tenido una semana de comer poco, o comer mal, hemos pasado unos días en los que la tónica ha sido pedir y no comer, cosa que me da mucha rabia porque no me gusta que pida comida y que la deje. Es lo que pasa cuando hay mucha gente alrededor, que los hábitos se trastocan un poco; en casa soy yo la que le ofrece la comida y cuando pide se decirle no si creo que no es el momento o que no se lo va a comer. Pero allí se nos ha desmadrado, querer llamar la atención y hacer gracias, picotear aquí y allá entre horas, el cansancio de andar de un lado a otro, al final cuando llegaba el momento de comer se ponía algo tonto y las comidas han sido un poco caóticas. No es que no comiera, un día me di cuenta de que el problema era que yo no lo controlaba pues a lo mejor se había tomado algo con el padre, o la prima de daba pan, o la tía un plátano, o el tío una galleta, en fin, que cada uno le daba lo que el niño pedía sin saber que otro le había dado otra cosa y así claro, ¿quién va a comer?, de hecho el día que no tomó nada entre horas comió como un lobo, la cosa estaba claro. Pero bueno, tampoco era momento de ponerme firme porque estábamos fuera de casa con las rutinas alteradas, y no todos los días podemos disfrutar de la familia.
Antía ha sido la niña perfecta, y no es orgullo de mami. Simpática, sonriente, cariñosa, se iba con todo el mundo sin mayor problema, se ha adaptado a todo sin protestar, ha aguantado horas infinitas sentada en el carro mientras la familia comíamos y conversábamos, no me ha necesitado para dormir (se quedaba dormida solita, tan tranquila ella sentada en su carro, jugando con sus jueguetitos), por las noches ha dormido a pierna suelta y lo más sorprendente, ha comido como nunca. No es de comerse todo el plato, no se si yo le hago mucho o si es de poca necesidad pero si en casa normalmente siempre deja comida, allí se lo ha comido todo, y cuando digo todo me refiero a los purés que su tía le hacía, las meriendas de fruta que yo le preparaba, las papillas de cereales con una marca diferente a la habitual (¿será eso?), los potitos de comida y fruta cuando no estábamos en casa… y el pan, las galletas, la rosca y todo aquello que se puede ir comiendo sola, se lo ha comido todo. Y eso se nota, en 10 días ha engordado 1kg, está más redondita y se noto que pesa más, así que estoy muy contenta porque tenía muy poca chicha (bueno, no es que ahora tenga mucha, pero tiene más); se nota también en los pañales, porque si ha comido más, no quiero hablar de cómo han aumentado las cacas, madre mía, y me quejaba hace semanas de que estaba estreñida. quién me lo iba a decir.
Y hemos visto un progreso en estos días, ha pasado de balbucear a llevarse todo el día diciendo “papapapapapa bababababa mamamamamama”, nos señala y señala las cosas con el dedo, imita los sonidos que le hacemos, hace perfectamente los 5 lobitos, dice adiós con la mano, cuando escucha música empieza a bailar saltando sobre su culete y moviendo la cabeza, o agitando los brazos, intenta tocar las palmas y se pone de pie ella solita agarrándose donde pueda. Vamos, parece que ha crecido de golpe en unos días, me encanta verla como ahora sentada en el parque hablando ella sola, gritando, cogiendo sus juguetes, tirándolos, parece que mantiene conversaciones con ellos llevando toda la razón del mundo. La imagen del bebé angelical que solo come y duerme es ya parte del pasado, y parece mentira que se haya soltado de esta manera estando dejos de casa.
En general han sido unos días muy familiares pero no quería dejar pasar la oportunidad de hacer una actividad en familia, actividad que tuve que posponer un par de días por culpa de la otitis, la visita a los museos científicos de La Coruña. Lo malo de restrasarlo es que de haber ido cuando teníamos planeado hubiéramos disfrutado de un tiempo estupendo, sin embargo nos encontramos con un tiempo casi invernal, frío y lluvioso, por lo que no pudimos disfrutar como hubiéramos querido. De visitar la Torre de Hércules ni hablar, menuda tromba de agua caía cuando llegamos y salimos del Acuario, de hecho estando dentro nos asomamos a un mirador acristalado y se veía un enorme nubarrón gris oscuro sobre el faro que daba miedo, así que nos tuvimos que conformar con ver y disfrutar de la hermosa ría de La Coruña con su mar embravecido y las olas rompiendo en las rocas tras el cristal del Acuario.
El ACUARIO nos gustó mucho, Iván iba de ventanal en ventanal alucinando con la variedad de peces de todas las formas, tamaños y colores, se sorprendía al ver los pulpos pegando los tentáculos a las vitrinas, con la morena que era un ratito fea pero impresionaba verla, quería verlo todo a la vez y no tenía paciencia para pararse, corría de un lado a otro sorprendido y diciéndonos “¡mira qué pez tan bonito, mira qué pez tan grande!”. Nos preguntaba los nombres de los peces y nos dejó sorprendido con las observaciones que hacía, “mira Mamá, eso es una estrella de mar, ¿la ves?”, “Mamá mira qué bonita es la anémona”, o “¡mira, ese pez nada entre el arrecife de coral!”; ni que decir que, pese a haber muchos niños alrededor, la gente se sorprendía de escuchar a un niño tan pequeño hablar de esa manera.
También salimos a ver las focas aprovechando que escampaba un ratito, pero hacía bastante fresquete así que fue una vista rápida, las focas tampoco se dejaron ver mucho,
La zona que más le gustó fue la del Nautilus pues allí hay se veían peces más grande, cuando vio el tiburón abrió los ojos con sorpresa diciendo “mira Mamá es un pez enorme, ¡es el más grande de todos!”, pegado al cristal, dando saltos, impresionado por lo que estaba viendo. La verdad es que yo disfrutaba más de ver lo bien que se lo estaba pasando.
La siguiente visita fue el DOMUS o la Casa del Hombre, es un museo interactivo dedicado enteramente al ser humano, con muchísimas actividades para probar, tocar, divertirse, pensar, la verdad es que a mí me encanta. Nada más entrar Iván fue corriendo a ver un gran cuadro que preside la entrada, “¡mira Mamá, es la Mona Lisa de Leonardo da Vinci, mírala, mírala qué grande es!”, el personal del museo que andaba pro allí miraba con sorpresa a Iván, como no. Lo probó todo, o casi todo: las pruebas de fuerza, la longitud del paso, la medida del salto, vio células a través del microscopio, tocó huesos y órganos, se metió dentro de un corazón gigante… un sinfín de actividades imposibles de recordarlas todas. Entramos en una cabina en la que se veía un video de un parto, lo quiso ver dos veces y me lo iba describiendo “mira Mamá, ya sale la cabeza, ¿ves? se le ve el pelo, ya sale, ya sale, ¿ves? ya ha nacido el bebé”, lo vio con total normalidad, sin impresionarse, cosa que no me sorprende porque ha visto el vídeo de su nacimiento y el parto de su hermanita y para él ver un niño venir al mundo es algo de lo más normal.
Le dio mucho miedo una actividad en la que si ponías tus manos un corazón simulaba tu presión arterial, le asustó que de repente el corazón empezara a moverse y no quiso poner las manos.
En un aparte de inventos y curiosidades volvió a dejar a la gente de alrededor ojiplática cuando dijo emocionado “¡mira mamá, los dibujos de Leonardo Da Vinci!”, y es que nadie se imagina que un niño tan pequeño reconozca e identifique con tanta facilidad ese tipo de cosas.
La verdad es que pasamos un rato estupendo, yo me paré a ver todas y cada una de las actividades porque no puedo evitarlo, me fascina.
La última parada fue la CASA DE LAS CIENCIAS, mi sitio favorito porque me encanta el Planetario. Al llegar había un cartel sobre una de las proyecciones del Planetario, Iván se fue al mostrador y le dijo a la mujer que estaba tras él “yo quiero ver la noche estrellada de Vincent Van Gogh en el planetario porque es mi cuadro favorito”; la mujer se quedó estupefacta y le contestó que esa actividad era para niños más grandes pero que si quería podía ver en cuento de la niña que caminaba al revés, “¿pero voy a ver la vía láctea y los planetas?” y le soltó la retahíla de la lista de los planetas incluyendo las lunas de Júpiter. Y al momento se giró y lo vio allí, en medio del edificio, colgando del techo, “mira, ahí está el péndulo de Foucault”; La mujer le contestó muy sorprendida “¡ay, pero tí moito sabes co pequeno que eres!”, no pude evitar echarme a reir; y es que yo estoy acostumbrada a escuchar hablar a Iván, se que es un niño muy curioso que todo lo pregunta y todo lo recuerda, y aunque para mí sea ya algo normal entiendo que a la gente le extrañe ver a un niño tan pequeño hablar de esta manera. Nos subimos al Planetario a ver la proyección infantil; le encantó el ambiente, los asientos recostados, la cúpula redonda, la luz apagada, y la proyección de las estrellas. No había manera de que se callara, aunque al menos hablaba en voz baja, y me iba relatando a su manera lo que iba viendo; menos mal porque de no hablarme me hubiera quedado dormida, ya acusaba el cansancio de todo el día y el ambiente era de lo más propicio para echarse un sueño.
Al salir nos dedicamos a recorrer el museo, en la primera planta estaban los experimentos físicos, los probó todos aunque le gustó mucho el de las bolas se tiraban y giraban como en una ruleta de casino, cayendo por un agujero (en realidad creo que simula el efecto de tirar de la cisterna), el del cañón de aire sobre el que flotaba un balón de playa, y sobre todo el de la cortina de pompa de jabón. Estuvimos un buen rato yendo de un experimento a otro, repitiendo los favoritos, y la verdad es que fue muy entretenido; la segunda planta estaba dedicada a una exposición sobre Darwin, algo ya poco atractivo para un niño tan pequeño pero yo me pasé allí un buen rato porque pese a ser de letras me encanta la biología, la genética y todo lo que tiene que ver con el origen de la vida. La tercera planta estaba dedicada a actualidad científica, así que mientras Papá e Iván volvían a “jugar” a la planta de los experimentos físicos yo me quedé allí, disfrutando de las últimas noticias y curiosidades sobre actualidad científica.
Fue un día estupendo y nos organizamos bien, nos llevamos una mochila provista de pan, fiambre, agua, batidos, galletas y potitos (de comida y de fruta) cuando teníamos hambre era tan fácil como hacernos un bocadillo y listo, a la niña le di de comer en el Domus y me calentaron el potito allí mismo, así que no perdimos nada de tiempo en buscar un sitio para comer. Íbamos a demás bien abrigados porque no sabíamos qué temperatura encontraríamos y lo peor que podía pasar es que hiciera calor y tuviéramos que dejar ropa en el coche, pero previmos bien porque hacía un fresquete bueno.
A parte de la visita a La Coruña lo más destacable fue la procesión del domingo de Ramos, me hacía ilusión llevar a los niños con sus palmas aunque he de decir que acostumbrada a vivir la Semana Santa en Andalucía, aquello me supo a poco, pero Iván iba muy contento con su palma, así que valió la pena. Iván también llevaba una palma pequeñita que no soltaba, estaba muy graciosa con la palmita en su mano.
Visitamos Nigrán, Baiona y Combarro, unos pueblos preciosos que no conocía y que merece la pena pasear por ellos, sus calles y sus playas, marcos incomparables, parece mentira que siendo de allí no los haya conocido hasta ahora. De verdad que para visitar un pueblo enxebre, único, tradicional, Combarro es el sitio ideal, qué belleza esos hórreos a pie de mar, esas calles empedradas, es un pueblo precioso.
La vuelta la organizamos mucho mejor, decidimos salir el domingo a las 8 de la tarde porque al menos eso nos daban un margen de frescura de 4 horas, no es lo mismo que salir de madrugada que uno ya va cansado y con sueño por mucho que haya descansado antes. La primera en conducir fui yo, unas 3 horas y medias hasta justo la salida de Galicia para Zamora, donde la niña empezó a llorar y paramos un ratito. Ya ahí cogió Papá en coche, Antía se durmió y pese a que Iván no había dormido siesta iba despierto, entretenido con los Little Einstein y el GPS (iba tocando la pantalla mirando los mapas, es increíble lo que le gusta la geografía a este niño), así que apagué todo y se durmió en seguida, aunque se despertó llorando un par de veces. Papá condujo durante unas 5 horas haciendo una parada en medio para estirar las piernas y comer algo, cuando me dí cuenta eran las 5 de la madrugada y habíamos pasado Mérida, así que ya cogí yo el coche para que Papá descansara y a las 7 de la mañana estábamos ya en casa. La verdad es que se nos hizo muchísimo más corto, los niños llegaron dormidos y con las mismas los acostamos y durmieron hasta caso las 11 de la madrugada.
Creo que en lo que corresponde al equipaje también nos organizamos bien, tuve que llevar bastante ropa porque no sabíamos qué tiempo nos haría, así que por si acaso llevaba ropa de invierno y de entretiempo. Pañales y toallitas llevaba lo necesario, en lugar de cargar con ellos decidí comprarlos una vez estuviéramos allí, al igual que su comida, para el camino con al teta y unas galletas íbamos servidas, allí le compré los potitos, que solo usamos un par de días, y me llevaba un poco de leche de fórmula y sobre de papilla de muestra, que ocupan menos espacio. Llevamos el carro aunque solo lo usamos en casa, me era más cómodo salir con la niña en el fular, y para bañar a los niños tan sencillo como ducharlos con nosotros, Iván ya es grande y no es ningún problema la ducha para él, con Antía fue muy fácil pues bastó con ducharme con ella en brazos, hasta puedo decir que le encantó el chorro de la ducha. Vamos, que trastos los mínimos, solo el carro, cada vez voy siendo más práctica.
De lo que más contenta me voy es de la relación que se ha entablado entre mis niños y su familia gallega. Antia aún es muy pequeña y no se entera pero Iván, que ya tiene una edad para saber, se ha ido echando mucho de menos a sus tíos, a los dos días de estar allí ya les decía lo mucho que les quería, prefería hacer las cosas con la tía o la prima en lugar de con Mamá y Papá, han conectado muy bien y se que los echarán mucho de menos. También se que los tíos y la prima echarán mucho de menos a estos niños que han llevado de nuevo la alegría a su casa, motivos más que suficiente para intentar volver en cuanto podamos.
Ahora toca lo peor de los viajes, deshacer las maletas, poner lavadoras, guardar ropa, sumado a que una casa con gatos que se lleva varios días cerrada hay que airearla bien, pasar la aspiradora, limpiar el polvo con paño húmedo y fregar para eliminar el pelo, así que me quedan unos días de trabajo, que con dos niños esto no se hace en una mañana. Pero bien ha valido la pena.
ay te leo y siento que volvi otra vez a esos lugares jajajaja,describes tal cual todo lo que yo vi cuando fui de excursion 3 veces a los mismo sitios.Y si,Baiona y Nigran es precioso,esos acantilados con el mar ahi chocanco,es precioso,para la proxima ya sabes,teneis que acercaros a cabo home como te dije,es impresionante,y si veis la puesta de sol uff..increible.Me alegro que lo hayas pasado bien a pesar de la otitis,la verdad que Galicia es inolvidable!Yo la eche muchisimo de menos cuando vivia en Sarajevo uff,y ahora que estoy aqui echo de menos alla jaja
no quedasteis? si no me falla la memoria (que cada vez más la verdad) tu vives por esa zona, no jenny?
Pues claro que os echamos de menos, los niños eran la alegría del hogar. Lo peor de irme de casa fue ver el panorama: Papá, tu y la niña en el salón y pensé, sabe dios cuando vuelvo a ver este cuadro :(. Esperemos que dentro de poco.
Como os lo pasásteis y recargar pilas hasta el verano, que bien…Besos
Me alegro que lo hayas disfrutado tanto a pesar de la otitis tan inoportuna.
peazo de resumen nos has echo….yo no he visitado esos sitios (bueno, de pequeña seguro que si pero no me acuerdo),sólo por fuera, pero leyendote ya casi parece que entré y todo,jajajaj
La torre de hércules una pena porque esa zona si está preciosa, la vi el año pasado y super bonita (en la torre no entré).
Jenni tiene razón aconsejándote el cabo home, estuve alli hace ya…ufff unos 8 años, antes de venirme para barna y es chuliiisimo la verdad es que hay muchos sitios donde ver una buena puesta de sol en galicia, para mi el mejor fisterra.
Y combarro lo tengo pendiente, sé que es precioso pero aún no le tocó.
Muchos deberes tengo para cuando voy y después no salgo de la zona interior de lugo, ajajjaj.
Una pena no encontrarte con parrulina, como dice ella tendremos que hacer una kdd de blogueras gallegas,sería genial en verano.
peasooo coment. Besiños y la morriña la justa para volver pronto que sino es muy puñetera.
Pues si que habeis pasado unas buenas vacaciones (quitando lo de tu otitis, reina).
Suerte con la pelea con la maletas y las lavadoras..tu poco a poco…
Un beso.
Me alegro de que lo hayáis pasado tan bien, la verdad es que tus hijos son un par de soles!! que maravilla madre mía.
Besitos y ánimo!! que la faena al final se acaba jeje
q tal tienes el oido?
espero q ya recuperada del todo.
la verdad es q ha de fastidiar muchísimo q para una vez q vas a tu tierra natal pase esto (y luego el tiempo).
pero está genial lo q cuentas, q los peques se han portado de maravilla y se han adaptado
(no hay q darle importancia al tema de la comida de Iván porq era imposible controlar los picoteos, pero imagino q en casa ya todo perfecto otra vez, no?)
Lo poco q conozco de galicia la verdad es q me encanta.
besos
Que bien!! Asi da gusto viajar.
Ya queda menos para el proximo ;D