Las rabietas infantiles es una de las situaciones que más nos descalabra a los padres. Ese llanto incontrolado, el pataleo inexplicable, ver que nuestro hijo se vuelve un pequeño monstruito que además es capaz de sacarnos los colores en público.
Y la pregunta de todo padre y madre en tan terrible momento es…¿Qué hago?.
En esos momentos nos podemos sentir desbordados, desconcertados, perdemos los nervios y nos enfadamos. En muchos casos es inevitable sentirnos así, sobre todo porque las rabietas suelen venir en el peor de los momentos -prisas, cansancio- o en el peor de los entornos -en público, frente a desconocidos o conocidos de los que sacan punta a todo-, y eso nos perjudica y nos hace enfrentarlo todavía peor.
No voy a dar una charla teórica sobre lo que son las rabietas infantiles porque no soy psicóloga ni experta en el tema. Solo soy una madre que ha vivido -y vivo- esta situación en innumerables ocasiones y, como siempre, sólo hablaré desde mi experiencia por si ésta es de ayuda a alguien.
Si algo he comprobado con cada una de las rabietas es que, cuanto más nerviosos nos pongamos peor, y que siempre, siempre, aunque no lo parezca, tienen explicación; algunas veces obvia, otras difícil de encontrar, pero siempre están motivadas. Yo al menos no puedo decir que mis hijos se hayan enrabietado por que les de la gana. Otra cosa es que lo que para ellos puede ser una poderosa razón para nosotros sea la más simple de las tonterías, pero razón, motivo o explicación, siempre tienen.
El mejor consejo que puedo dar en este tema es que intentemos tener un poquito de empatía hacia ellos, que intentemos comprender cómo se sienten. En realidad es un consejo que daría con respecto a la crianza en general, ya que ponernos en su lugar nos ayuda a comprender cómo pueden sentirse y así actuar con respecto a ello, sin caer en los clásicos -y falsos- tópicos de que los niños son muy listos y nos manipulan.
Iván ya no tiene rabietas, o al menos no rabietas descontroladas de las que te dan ganas de salir corriendo. Las ha tenido, la transición de los 2 a los 3 años fue dura, sus rabietas coincidieron con mi embarazo y se producían en los peores momentos, sobre todo a la hora de ir a la guardería, que además era la hora a la que yo me iba a trabajar con el tiempo justo. Aquí hablaba de las diferentes rabietas que solía tener y cómo las enfocaba.
Ahora es diferente, es mayor y además es un niño muy inteligente al que basta explicarle las cosas para que las entienda. El pataleo no se lo quita nadie, y creo que tiene derecho a patalear y enfadarse por aquello que no consigue, creo que es sano y beneficioso que luche por lo que quiere, lo que no signifique que se lo vayamos a dar ni mucho menos, sino que si puede ser le explicaremos por qué sí puede ser, y si no puede ser, igualmente. Si con ello logramos, como me pasa con Iván, que comprenda por qué no puede ser y lo acepte, estaremos enseñando lo importante que es luchar por un objetivo y lo positivo que es asumir lo que puede ser y lo que no, porque además creo que así le enseñaremos a saber no solo lo que puede ser y lo que no, sino por lo que se debe luchar y por lo que no.
Creo que a veces caemos en el error de dar por hecho que no merece la pena explicarles a los niños las cosas como son porque no nos van a entender, y si algo he aprendido desde que soy madre es que es mucho más fácil resolver las situaciones y los conflictos hablando con nuestros niños. Nos van a entender casi seguro, y si no nos entienden creo que es más positivo intentar la vía del diálogo sereno que acudir al NO sin explicación, al menos como primera opción. Obviamente hay veces que mi hijo se empeña en lo que quiere y cuando no atiende a razones con la explicación que le ofrezco, si no puede ser es NO.
Pero no me puedo quejar, es un niño que cuando se enrabieta por lo que quiere y no puede ser acepta bien los motivos que les damos. Mi técnica es explicarle la situación y ofrecerle una alternativa posible, de tal manera que no reciba un NO innegociable sino que se le abra la puerta a una vía aceptable. Por ejemplo, cuando pide galletas antes de comer, no se las voy a dar para que se atiborre y luego no coma su plato de comida; si me las pide porque tiene mucha hambre le ofrezco un plátano, porque si come luego un poco menos no me importa ya que el plátano es sano y nutritivo, así él ha comido algo, que es lo que quería ya que tiene hambre, y yo no le he consentido que sea cualquier cosa, sino algo apropiado. Si vamos al supermercado a hacer la compra es normal que quiera meter en la cesta todo lo que le gusta, de hecho lo hace o me pregunta si puede meter tal o cual (cereales, galletas, bollería), entonces yo le digo que puede coger una cosa y le doy a elegir, descartando aquello que no quiero que coja (la bollería industrial, que además le explico que no es sana), elije el paquete de galletas que le gusta, que además está en mi lista de la compra, y no hay motivo de conflicto.
Si preveo que se puede dar una situación de pataleta asegurada en la que no hay posibilidad de que razone y acepte, en ese caso prefiero evitarlo, pues evitando el conflicto evitamos la rabieta, y todos tan tranquilos; es el caso cuando está cansado y tiene sueño, si tengo que ir a hacer la compra y estamos en esa situación, prefiero ir en otro momento a que monte una pataleta agravada por el sueño, pues se que no va a razonar y ambos lo vamos a pasar mal.
Negociar, ofrecer alternativas y evitar el conflicto, son medidas efectivas, al menos con un niño que ya tiene cierta capacidad de comprender.
Cuando tenemos un bebé que todavía no habla pero ya intenta hacer cosas por sí mismo las cosas cambian. La empatía es fundamental en estos caso, sobre todo para entender la frustración que les supone querer algo y no saber transmitirlo porque no se pueden comunicar con nosotros como quisieran. Antía es una niña muy activa, muy independiente, atrevida, se quiere valer sola para todo y conseguir las cosas por ella misma, por lo que se frustra a menudo cuando no consigue lo que quiere. Además es hermana pequeña y tiene que luchar constantemente por que su hermano mayor no le quite los juguetes -porque es matemático, como suelo decir aunque suene vulgar, ya puede tener un trozo de mierda en la mano que el hermano querrá quitársela seguro-, por que no le quite espacio, por que le deje hacer o deshacer, siempre es una lucha del fuerte contra el débil. Y en mi casa las pataletas y llantos son all time, porque además Antía es cojonuda -y cuando digo cojonuda me refiero a que los tiene muy bien puestos y es cabezona- y muy, muy llorona, y el hermano la pincha lo que puede y más.
Cuando estuvimos en Madrid el primer fin de semana de marzo tuvimos una pataleta monumental en plena Gran Vía. Tanto que me llevé un rato al lado de ella, que se sentó en la acera a llorar a gritos sin importarle la cantidad de gente que pasaba -imaginad un sábado a las 8 de la tarde-, no me dejaba cogerla en brazos, se quitaba las botas y si se las intentaba poner pataleaba para evitarlo. Lo lógico era pensar que no le daba la gana de ponerse los zapatos pero algo me decía que la razón no era tan simple. Antía es llorona y cojonuda cuando se frustra, pero tiene que pasar algo para que se comporte así, no llora por llorar. Así que entre pataleos la cogí en brazos y le toqué los pies en busca de algo que me diera una pista, y lo comprendí todo: llevaba calcetines por debajo de los leotardos y éstos se le habían arrugado en el pie, por lo que estaba incómoda y por eso se quitaba las botas. Me guardé las botas en el bolsillo del abrigo, nos metimos en una cafetería, la llevé al baño, le quité los leotardos y los calcetines, que se los puse por encima en lugar de por debajo de ellos y luego las botas, y fin del conflicto.
Recordé las veces que perdí los nervios con Iván pensando que las rabietas o pataletas eran a propósito y sin motivo: las veces que me desesperé y me enfadé, cuando al final me daba cuenta de que siempre tenía un motivo que solía ser algo que le molestaba, sueño o estar cayendo malito, y lo mal que me sentía entonces por dar por hecho que se estaba portando mal por capricho cuando en realidad ni me había parado a pensar si le sucedía algo.
A veces es inevitable perder los nervios porque puede que su rabieta nos coja en mal momento, somos humanos y nos cansamos, pasamos malos momentos, podemos encontrarnos mal y que nos moleste la mínima tontería, pero con los es una máxima: a más nervios por nuestra parte, más tensión y peor es su reacción. Por eso intento siempre, en la medida de lo posible, mantener la serenidad y la cordura, no dejarme arrastrar por su rabieta, pensar que yo soy la adulta y tengo capacidad de raciocinio a diferencia de ellos y buscar una vía para relajar la situación.
No digo que sea fácil ni que siempre lo consiga, pero sí que cuando es así todos nos sentimos todos mucho mejor, ellos porque se sienten comprendidos y yo porque he sabido comprenderlos. Y eso hace que en ese momento me sienta buena madre y no un ogro, cosa que se agradece.
Me ha encantado encantado esta entrada y si no te importa me gustaria poder compartirla en mi blog con un enlace. Un beso. Mua
Me alegro de que te haya gustado y por supuesto que puedes compartirla, ojalá sirva de algo a algún papá o mamá que se desespere con las rabietas. Un besote.
acabo de compartir tu entrada en una mia. Jeje. Muchas gracias guapa
yo no puedo dialogar cn los mios, xk me desespero yo, asique a mi no me funciona..
PD: deja que los niños coman un bollycao o donetes, no pasa nada.. eso es ser extremista
Ainsss, Vega está en plena etapa de rabietas y yo embarazada de 7 meses y medio O_O Yo desespero muchas verces, pero es verdad que intento empatizar con ella y entenderla. últimamente llora por llorar, no es manipulación ni nada por el estilo, pero llora sin sentido, eso sí. Hoy por ejemplo se ha despertado llorando, no había causa, bueno…la causa podría ser sueño, pero nada más.
Muy buen post, guapa!!!
Un besazoo
jajajajaja.
justo este sábado pasado Sofía tenía una rabieta escandalosa en pleno centro comercial…
le expliqué 7 veces el motivo de por que NO pero no entendía, así que opté por no echarle cuenta (aunque por dentro me moría de la vergüenza)… creo que fueron los minutos más largos q he pasado desde hace bastante 🙂
Estaría bien que hubiese una solución mágica para las rabietas ;p
Le temo mucho a las rabietas y hasta en ocasiones he juzgado a otros padres por sus reacciones. Pero no hay duda que hay que pasar por eso para entenderlo. Muchas gracias, lo necesitaba mucho!