Una celebración familiar y una anécdota digna de contar.

Hoy teníamos una celebración familiar muy especial, de esas a las que no es frecuente acudir y que es una verdadera alegría festejar, unas bodas de oro. Y tan especial, ¿verdad? porque cincuenta años junto a una misma persona tiene mérito, y mucho.
Pues bien, como tenemos un fallo de logística desde la llegada de Antía, porque no es lo mismo uno que dos, y salir de casa a tiempo cada día es una odisea, ayer lo dejé todo dispuesto para esta mañana tener que hacer lo justo y necesario; así que ayer planché y preparé nuestra ropa, esta mañana solo teníamos que ducharnos y ponernos guapos. Increíblemente conseguimos llegar a la iglesia a la 1:00 en punto, aunque Papá se tuvo que ir a aparcar el coche, con la suerte de encontrar un hueco libre a pocos metros.
La ceremonia fue muy emotiva, si ya es bonito ver a una pareja de novios casarse, más bonito es ver a un matrimonio renovar sus votos tras 50 años juntos, con todos sus hij@s y niet@s como testigos. Y tras la ceremonia y los primeros saludos a los familiares lo siguiente era ir a comer todos juntos.
Nos fuimos al coche y como siempre yo me encargué de subir y abrochar los cinturones a los niños mientras Papá guardaba el carro. Salimos del aparcamiento y tomamos el camino al restaurante, llegamos allí, aparcamos, me bajo a desabrochar cinturones y mientras se baja Papá, abre el maletero y le escucho decir…
ÉL – “¿Y el carro?
YO – “¿Qué carro?”
ÉL –“El carro de la niña, ¡que no está!
Vale, esto no puede estar pasando, que me pellizquen ya. Vuelvo a escuchar…
ÉL –“Que te las olvidado el carro de la niña en la calle!”
YO –“¡Se te habrá olvidado a tí, que eres quien lo tiene que meter en el maletero!”
Sí, estaba pasando de verdad, mi señor marido se había montado en el coche dejándose el cochecito de la niña allí, en la calle, como si tal cosa. No me lo podía creer, con las mismas nos montamos corriendo de nuevo en el coche y dimos vuelta con la esperanza de encontrar el carrito. Me estaba imaginando la situación, un cochecito de bebé abandonado en plena acera; y de repente me acordé de que en la cesta inferior iba mi bolso con mi móvil, mi cámara de fotos, mis tarjetas, mi dni, las llaves de mi casa y el coche y paro de contar que empiezo a hiperventilar. Pero a la vez me empiezo a reír porque me viene a la cabeza Manolo Escobar…
“Mi carro me lo robarooooooon…. – cuando lo cuente en el blog ¡no se lo van a creer!-…”
 Callejeando por la ciudad, en un semáforo en rojo, me da por bajarme e ir corriendo por si llego antes que mi marido. Una vez me bajo del coche me doy cuenta de que ha sido una malísima idea, no recordaba los pedazo de cacho de tacones que llevaba, correr con eso era misión imposible…
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Los zapatos de mi boda, unos Gloria Ortiz divinos con 12cm de tacón que pretendo amortizar todo lo que pueda
Aún así corrí, vaya si lo hice, todo lo que pude hasta que pisé mal al subir una acera y me metí un hostión que casi no lo cuento. Pero conforme tropecé seguí adelante, eso sí, a pie porque a pesar de haber recorrido unos 100 metros ya no podía con los pies -ni con los zapatos-. Iba a paso rápido y pensando si sería mejor seguir andando con taconazos o correr descalza, lo de correr descalza me parecía una locura porque a ver a quien se le ocurre ir descalza, en pleno mediodía, por el centro de la ciudad, corriendo como alma que lleva el diablo, pero viendo que no llegaba… A la vez me iba acordando del chico que estaba en el coche en doble fila junto al nuestro, que se tuvo que mover para dejaros salir del aparcamiento, esperando que hubiera visto algo. Me quité los zapatos y empecé a correr descalza, sujetando los zapatos con una mano y el escote con la otra para que no se me salieran las lolas con la carrera, ya bastante ridículo era correr descalza como para hacerlo con una teta fuera. 
Llegué al lugar de los hechos segundos después de hacerlo mi santo marido, y allí no había carro ni nada. No puede ser. De repente a Papá le suena el móvil, lo coge y es un primo suyo anunciando que el cochecito ha aparecido. Y con las mismas aparece el testigo de los hechos,el chico que estaba aparcado en doble fila cuando nos vio salir del aparcamiento dejando el carro en la acera. El buen muchacho, para el que no tengo más que palabras de agradecimiento, vio mi bolso en el carro, lo abrió, cogió el móvil y buscó un número de teléfono que pudiera ser de algún familiar, y llamó a un primo de Papá, ya que lo tengo memorizado en la agenda como primo xxxxxxx
¡Menos mal! Al final de primo en primo el carrito acabó en manos del último primo en salir de allí, pudimos recogerlo un par de calles abajo e irnos a comer, ya con nuestro carro recuperado. 
YO –“Veras tú qué vergüenza cuando lleguemos, si es que siempre nos tiene que pasar algo”…
Al final todo se quedó en una anécdota, la anécdota del día que seguro que nos recordarán over and over again; eso sí, de la anécdota nos estuvimos riendo hasta que salimos de allí a las casi 9 de la noche. En más de una ocasión tuve que decir eso de “menos mal que no estaba la niña dentro porque te matooooooooo!”, aunque mi señor marido escurre el bulto diciendo que fue culpa mía (como todo, si por culpable yo maté a Kennedy, y yo tengo escondidas las armas de destrucción masiva… ¡santa paciencia!).
De regalito, una foto con la Pequeña Princesa, para que veáis lo guapas qué íbamos -ella mucho más, ¡por supuesto!-.
 Yo me apañé con un vestido color berenjena que me compré para una boda después de tener a Iván, ya que aún no he vuelto a mi ser y era el único que me entraba; Papá e Iván iban muy guapos ambos con una camisa malva claro y pantalones claros, y Antía iba con un vestido de Mayoral con flores en tonos malva y azul, así que sin quererlo íbamos la mar de conjuntados.  La pena es que no hay manera de que Iván se deje hacer una foto en condiciones, así que ahí van las niñas de la familia…

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Y después de pasar un día tan divertido, familiar y anecdótico, Iván duerme desde  que se sentó en el coche, Antía desde que llegamos a casa y tomó su buena ración de teta, y yo tras relatar la crónica del día creo que también me voy al sobre, que me duelen todos los músculos del cuerpo. Si ya lo decía yo, que correr es de cobardes…


13 thoughts on “Una celebración familiar y una anécdota digna de contar.

  1. un detalle original

    la verdad es que si que es digna de contar y de recordar toda la vida
    moraleja:aun queda gente legal que no se aprovecha de las situaciones¡¡¡

    espero que lo pasarais muy bien¡¡¡
    me encanta tu blog

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  2. El sombrero de tía Mónica

    jjajaja

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  3. Frikimami

    Madre mia. Para haberos visto. Los zapatos preciosos.

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  4. Ness

    Madre mía yo lo mato directamente…

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  5. Nenita

    JAAAAAAAAJAJAJAJAJAJAA ay Ale que me meo JAJJAJAJAJA suerte que andaba ese chico por ahí que si no!! madre mia!

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  6. jenny

    lo que me he podido reir con esta entrada jajajaja pero pobre de ti como debias estar.Menos mal que te lo devolvio el chico sino..
    Por cierto estais guapisimas las dos!
    Ahh y me encantan tus zapatos de boda,son preciosos!!

    Besotes

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  7. Javi

    Ja, ja, ja… me río a gusto porque tuviste final feliz.
    Desde luego esta va a ser una historia para recordar. Espero que no os vuelva a pasar.
    Besitos

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  8. Anónimo

    Menuda suerte has tenido. Nos fijamos una rutina a la hora de coger el coche con los niños que a veces, por cualquier motivo, se rompe y no nos damos cuenta de que nos dejamos cosas. Yo una vez tuve que volver al aparcamiento porque no recordaba haber metido el carro que,y al final lo llevaba en el maletero. Algunos padres me cuentan que no se han dado cuenta de que debían dejar a los niños en el cole y han cogido el camino del trabajo. Esto me recuerda el caso triste en el que un bebé murió en su silla de coche porque su madre se olvidó. Había tenido un leve roce con un camión, tuvo bronca con el conductor, se alteró y se fue directamente al trabajo, olvidándose de que tenía que dejar a su bebé en la guardería antes. El bebé estaba dormido en su silla y la madre no se dio cuenta… Yo entiendo que esto pueda ocurrir y no se debe a la dejadez de los padres.

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  9. mama de parrulin

    Madre mía, vaya susto nena! Menos mal que aún hay gente buena y menos mal que no estaba la niña dentro! Para haberte visto corriendo, sujetando los zapatos y el escote a la vez. Menos mal que te lo tomas con humor.
    Y felices bodas de oro!

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  10. M@rt@

    no veas lo que me reido imagiandote corriendo con los tacones en la mano y agarrandote el escote jejeje supongo que a ti en ese momento no te pareceria tan gracioso ;-),menos mal que al final lo encontrastes porque si no valla faena

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  11. mumareta

    Uuuuuff! momentazo! me alegro de que tenga final feliz. Nosotros una vez nos dejamos el chasis (plegadito, más mono) en la puerta de casa de mis padres. U-na ho-ra después, cuando volvimos, milagrosamente seguía allí.

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  12. Annie74

    jajaja¡¡ Lo que me he reido ;D
    A mi me paso algo parecido.. fui al medico con pitufo, y normalmente no lo cojo, pero lo cogi por si se ponia mu cansadete para darle la merienda. No tuve que usarlo, pero ahi salimos del medico, con el carrito vacio y pitufo en la otra mano, le monto en el coche, me meto yo, y me iba para casa…. en esto pense… voy a acercarme a Erosky a ver si hay disfraces de indios (para el cole.. carnaval era) menos mal, llegue a erosky, hablo el maletero.. y dios¡¡¡ Pitufo¡¡¡ no esta la sillita¡¡¡ ains madre que me la han robado fijo… corriendo al centro de salud otra vez, al llegar me la habian remetido un poquito en un portal para que no estuviera en medio de la acera (menos mal) alguien bueno tambien¡ Y alla que lo meti yo al maletero y ya nos acercamnos mas tranquilos a erosky¡ Que si me llego a ir para casa.. como lo usamos de higos a brevas.. lo habria perdido de todas todas jeje.
    Yo soy una despistada total, ahi no pude echarle la culpa al papa jaja. Mia culpa toda.

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  13. Nereida

    Bueno, al final todo se quedó en una anécdota de la que nos reímos día sí y día también.

    ANNIE74 qué tranquilo se ha quedado mi costi cuando le he contado lo tuyo jajaja

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