Lo que más me pierde de mi hijo es lo cariñoso que es, no necesita nada para decirme que me quiere mucho, y lo mismo me lo dice corriendo, pegando gritos y abriendo los brazos que me lo dice abrazadito a mí entre sueños. Y me encanta que lo haga, me encanta esa manifestación espontánea de amor, no hay sentimiento más puro y sincero que ese.
Iván es un niño tremendamente agradecido y para él cualquier acción cotidiana merece dar las gracias, ya sea cuando le preparo el desayuno, le doy un trozo de pan o le premio con una moneda de chocolate. Recuerdo un día que tuve que salir del trabajo porque me llamaron del colegio, se había hecho caca encima y me pedían que fuera a cambiarlo, así que no tardé en llegar; el pobre me estaba esperando con esa carita de “he hecho algo que no debía, a ver qué me dice mi mami”, y tras echarle una mini charla en plan “ya eres mayor, no se hace caca encima, hay que pedirla, Mamá no puede salir del trabajo” lo limpié y cambié, y cuando le estaba ya abrochando el baby me dice “Mamá, muchas gracias por venir a cambiarme”; ays, lo achuché, espachurré, me lo comí a besos encantada de que agradeciera algo tan normal, algo que no merece dar las gracias porque las mamis estamos para eso.
Hay veces que me mira con cara de pillo y me dice “Mamá, no te quiero”, y se ríe entre dientes esperando mi reacción, y yo le digo “¿ah no? ¡pues yo a ti te quiero muchísimo!”, y entonces se ríe y me dice “¡Mamá, sí que te quiero, te quiero mucho!”; mi momento favorito es cuando se está quedando dormido, normalmente duerme siempre conmigo, ya sea la siesta o por la noche, no está acostumbrado a dormirse solo y lo duermo a mi lado en el sofá hasta que cae y lo acuesto; tengo que hacerle un par de llaves porque si no intenta escapar (lo típico, dice que no quiere dormir y en 5 minutos está roncando a pierna suelta) y lo rodeo con mis brazos, entonces aprovecho para hablar con él en voz bajita y decirle que le quiero mucho, que es mi niño grande, que hay que ver lo mucho que ha crecido si hace poco era un bebé, él me mira, me escucha, me pregunta, me habla, y cuando parece que ya está dormido y le digo “te quiero mucho” mientras me lo como a besos me contesta con los ojos cerrados y una media sonrisa “Mamá, yo también te quiero mucho”. Y me desarma.
Este sábado ha habido una muestra de cariño muy simpática y que me hizo sentir en una nube. El sábado fuimos a dar un paseo al centro y aproveché para comprarles unas prendas a los niños, al llegar a casa le enseñé a Iván una camiseta de Tom y Jerry y cuando la vio casi se le salen los ojos de las cuencas, “¡Mamá qué chula es la camiseta de Tom y Jerry, me gusta mucho, muchas gracias por comprármela, te quiero mucho!”. Y yo sonriendo de oreja a oreja, recibiendo besos y abrazos, babeando por doquier. Me voy a la habitación a ponerme el pijama y viene Iván detrás “Mamá, te quiero mucho, eres la mejor mamá del mundo y mañana voy a ir con Papá a comprarte una camiseta muy bonita porque yo te quiero mucho”, y venga besos y abrazos, y otra vez “Mami eres la mejor, ¡te quiero muchísimo!”, y venga más besos y abrazos, “mami, ¿quieres que te regale una camiseta muy bonita? yo te la quiero comprar porque eres la mejor mamá del mundo”, y venga mas besos y abrazos. Hasta que se acostó no dejó de decirme una y otra vez lo mucho que me quería, y al día siguiente volvió a decirme que me quería comprar una camiseta. Es un amor.
Me da los mejores buenos días del mundo, una mañana hace ya tiempo nos sorprendió porque al levantarnos le dije los “buenos días, mi príncipe” y el me contestó “¡Buenos días, princesa!”; y no, no ha visto La vida es bella, simplemente fue la respuesta lógica a mi pregunta, y desde ese día cada mañana al despertar me dice “¡Buenos días, princesa!”, o “¡Buenos días, princesas!” si voy con la ratona en brazos.
Hace varios fines de semana fuimos a una feria medieval donde le regalaron un huevo kinder, Papá le montó el juguetito y se le soltó, así que me pidió que se lo arreglara y yo le dije “Iván, es que yo no se arreglarlo” y me respondió “sí que sabes, que tú eres la mejor Mamá del mundo”. Solo por eso merecía la pena intentaro, os imagináis lo mucho que me lo agradeció.
Es el que más me levanta el ánimo, pues ya puedo ir arreglada para salir o estar en casa en pijama y con unas pintas de miedo que de cualquier manera me dice “Mamá estás muy guapa, eres la mamá más guapa del mundo”.
Y es que me encanta que sea tan cariñoso, me encanta que me de las gracias porque le compre los yogures, porque le prepare la comida, porque lo bañe, porque le compre ropa, por tantas y tantas acciones cotidianas sin importancia, me encanta que las valore, que sea tan espontáneo, que para él dar las gracias sea “lo normal” y que le cueste tan poco mostrar sus sentimientos, que me alegre las mañanas con sus buenos días y me necesite cerca por las noches. Pero sobre todo me encanta que me quiera tanto y que le guste tanto decírmelo.
Pa comérselo!!
Un primor…..
Qué encanto! Tienes que sentirte maravillosa!
Como para que no se te caiga la baba.. que dulce!!
tienes un hijo que es un sol!!
PEro que cosa mas linda por diosssssssssss!!!!!!!!
Me derritooooo…aisss…no sabía que era tanto tanto, qué guapooo.
Un besote
Debes de estar hinchadisima de orgullo! 🙂
Estos momentos compensan con creces lo ratos malos.