Las cosas pasan cuando tienen que pasar y da igual que intentes ser prevenida, porque si tiene que ser ese día, será. A pesar de adelantar la fiesta de cumpleaños de Iván cinco días, Antía decidió empezar su camino hacia la vida exterior precisamente ese día, el domingo 17 de julio. Celebrábamos esa tarde el cumple de Iván y a mediodía el del abuelo con una super paella familiar, por la noche volveríamos a casa para aprovechar los últimos días del embarazo y ultimar detalles… pero nos cogió el toro.
Ese domingo me desperté muy temprano, como me solía pasar esos los últimos días, si me levantaba a hacer pipí y ya había amanecido me costaba volver a coger el sueño, así que esa mañana, después del pipí de las 7.30, volví a meterme en la cama y en mi vigilia mañanera me puse a pensar en todo lo que tenía que hacer ese día, y los posteriores. Papá se levantó al ratito y me quedé sola con Iván en la cama, le di la mano y me acerqué a él, me encanta verlo dormir…
De repente noté un leve chorrito que no me sorprendió porque la incontinencia urinaria me ha acompañado desde el principio del embarazo. Sin embargo aquello me extrañó, ya que el chorrito salió solo, sin la ayuda de un estornudo, una tos o algún esfuerzo que suele ser el impulso que lo provocaba. Así que pensé “¿No habré roto aguas?… No, esto es pipí… Ostras, ¿Y si he roto aguas? No, no creo, si esto ya me ha pasado antes… No me levanto, que no ha sido nada… Me voy a levantar para asegurarme de que no es lo que creo que es…” así que decidí levantarme e ir al baño. Al levantarme se me escapó otro chorrito más, “esto ya no es lo que parece”, pero al sentarme en el baño se abrió el grifo.“Sí, ¡He roto aguas! No me lo puedo creer, ¡precisamente hoy!“. Me levanté y me fui al salón, pensando en la cara de Papá y el Abuelo cuando les dijera lo que estaba pasando…
En un segundo cambiaron nuestros planes del domingo. Recogimos como pudimos lo más importante y lo metimos en la maleta, como yo seguía perdiendo líquido poco a poco me vestí y me acosté en el sofá sobre el lado izquierdo, con una toalla debajo del culete, y cuando estuvo todo más o menos apañado nos montamos en el coche para irnos al hospital. Pero no sin despedirme antes de mi pequeñín, que estaba recién levantado y algo confuso con todo el jaleo… me dio mucha penita despedirme de él, le dije que nos íbamos a tener a la hermanita, le dio un beso a mi barriga y nos fuimos.
De camino al hospital paramos en casa a coger las bolsas y a las 10 estábamos ya en el mostrador de admisión.
Al llegar al Área de Paritorio me recibió una matrona que me puso en monitores. Aquello estaba muy tranquilo, tras ponerme las correas se fue y me dejó allí sola, yo me encontraba perfectamente sin el mínimo dolor, así que estaba más que aburrida allí, entre esas paredes. Cogí un paquete de galletas de chocolate que había echado al bolso porque no me dio tiempo a desayunar, y por hacer algo eché mano de papel y boli y me puse a escribir las tonterías que se me pasaban por la cabeza (ver la entrada anterior…). Y por acabar de entretenerme, cogí mi móvil y, tras comprobar que no había ninguna conexión wifi, me puse los auriculares para escuchar un poco de música.
Una hora después más o menos vino la ginecóloga, una chica jovencita, de aspecto agradable, y pasamos a la consulta. Allí me reconoció y me confirmó que me quedaba ingresada por la rotura de la bolsa, pero que de momento no había siquiera borramiento de cuello, así que aquello no había empezado y podía tardar. Me informó que de no ponerme de parto en 24 horas comenzarían a ayudarme, el concepto Inducción planeaba en el aire. Me pidió la cartilla maternal en la que yo había colocado estratégicamente mi plan de parto… Abrió los dos folios, lo leyó y cuando acabó me dijo que estaba muy bien, pero que yo debía saber que no habría problema en cumplirlo mientras no surgiera ningún problema. Pero empezamos bien, porque mostró interés y respeto, en lugar de despreciarlo o tomárselo como si fuera una tontería.
Así que nos fuimos a la planta de ginecología, y tras una ducha me puse mi camisón y a esperar.
A esperar…
Daba por hecho que a mediodía tendría a mi niña en brazos, por la experiencia del parto de Iván, pero allí pasaban las horas y nada, yo seguía encontrándome como una rosa y con la sombra de la inducción amenazando. Yo hablaba con mi niña pidiendo que fuera buena y naciera de manera natural, incluso la amenacé sin paga hasta los 18 años como me hiciera acabar en cesárea, había que ponerle un poco de humor a la cosa.
Mi madre se fue a casa a las 6 de la tarde porque estaba allí desde las 11 de la mañana y aquello no tenía pinta de empezar, las visitas iban y venía y yo estaba si cabe mejor que la gente que venía a verme. A las 18:50 horas me llevaron a dilatación porque parecía que empezaba a tener contracciones y me hicieron un registro de una media hora, pero en palabras de la matrona “no había dinámica de parto”, así que de vuelta a la habitación con mi gozo en un pozo. Por la tarde-noche, a eso de las 9 mi cuñada me trajo a Iván y bajé al hall del hospital para verlo y darle un besazo, ya que no le dejaban subir a las habitaciones. Pero no me hizo caso, me dio un beso obligado y se puso a jugar con el primo, así que me dejó un poco preocupada, pero entendí que era normal pues para él había sido un día muy raro.
Eran ya las 10 de la noche y yo seguía prácticamente igual. Tenía contracciones y eran dolorosas, pero muy espaciadas, así que no quise avisar a nadie, porque para estar sola en dilatación prefería seguir acompañada en la habitación hasta que la cosa pareciera que marchaba. En ese momento estaban visitándonos unos amigos y además me habían puesto una compañera de habitación. Parecía que las contracciones eran más seguidas, Papá y Amigo me controlaban las contracciones y, aunque seguidas, aún eran irregulares porque lo mismo me daban cada 5 minutos, cada 3 o cada 8, así que no quise avisar todavía. Los amigos se fueron cerca de las 12 de la noche y al momento de irse parecía que las contracciones empezaban a ser regulares, primero cada 5 minutos y luego cada 3, así que Papá decidió avisar al control de enfermería.
Al ratito vino una matrona, una chica joven, muy simpática y agradable, y la única persona que se dignó en presentarse y decirme su nombre, cosa que agradezco. Allí mismo en la habitación me hizo un tacto, confirmándome que había dilatado 2cm y tenía el cuello borrado un 80%, que ya había empezado el proceso pero que aún podía tardar. Yo tenía muchos dolores, al igual que Iván el dolor se focalizaba en los riñones y en cada contracción veía las estrellas; la matrona me ofreció ponerme un calmante que por supuesto rechacé, le expliqué que en el parto de Iván no me alivió los dolores pero me dejó totalmente inútil de fuerzas y conocimiento, y que para seguir con dolores prefería estar con mis facultades plenas. También me preguntó si iba a querer ponerme la epidural y le dije que en principio no tenía pensado, pues ya parí una vez sin ella y creía ser capaz de hacerlo de nuevo, o al menos de intentarlo. Así que me dijo que cuando fuera sintiendo las contracciones más fuertes la avisara, que de momento me quedaba en planta porque podría tardar unas horas en dilatar, y se fue.
Decidí caminar un poquito para ver si eso ayudaba a la dilatación, así que me enganché del brazo de Papá y caminamos por el pasillo de Ginecología hasta el patio de los potos. Me dieron un par de contracciones fuertes de camino, en cada una me paraba, abrazaba a Papá y respiraba como la matrona me había indicado para oxigenar al bebé e intentar que me doliera un poco menos (esto último fue imposible de lograr), y como no, con mis auriculares puestos y concentrándome en la música para distraerme un poco. Al llegar al patio de los potos (quien conozca el HJRJ sabe de qué hablo) me dio una contracción muy fuerte, tanto que sentí como si me hubiera dado una bajada de tensión, como un desvanecimiento, calor y a la vez sudor frío, pérdida de fuerza y equilibrio, así que Papá cogió una silla de ruedas, me sentó y me llevó de nuevo al control de enfermería.
Le dijo a la enfermera lo que me había pasado y en seguida me tomaron la tensión, 11/7, creo que nunca he tenido una tensión tan buena y me sorprendió, pero la enfermera en seguida dijo que de bajada de tensión nada, que eso obedecía a que en la contracción el bebé había bajado mucho de golpe y por eso me había sentido así, y sus siguientes palabras fueron “¡esta chica rápido a paritorio, que si no da a luz aquí!” a lo que otra enfermera añadió “lleváosla pronto que aquí estas cosas nos dan mucho miedo”, pues hija, si paro en planta qué le voy a hacer, ¿no?.
Sobre la marcha vino un celador y me llevó a dilatación, y allí me encontré con la que bautizaré mi amiga, una matrona joven, antipática y desagradable a más no poder que me trató como si fuera una niña pequeña que se queja sin motivo. También entró la matrona que vino a verme a la habitación, con un “¿ya estás aquí?”, “pues sí, es que me ha pasado esto y la enfermera de planta decidió mandarme aquí, yo no quería, oiga…”. Ese momento fue un poco en plan “joder qué parturienta más pesada, que se cree que ya va a parir, aún le queda un rato y venga a dar por saco…”.
La matrona antipática, mi amiga, empezó con el protocolo. Yo estaba en la cama y le pregunté si podía ponerme en otra postura, ya que con el lumbago no es que estuviera incómoda boca arriba, es que me dolía tanto la espalda que, junto con las contracciones, aquello era insoportable. Pues muy simpática ella me dijo “mira, esto funciona así, yo tengo que hacer mi trabajo, que es hacerte un registro de 20 minutos;te voy a coger una vía y te voy a poner las correas para monitorizarte y de momento te vas a quedar como estás hasta que tenga controlado a tu bebé; luego te puedes poner de pie, haciendo el pino con las orejas o como te de la gana, pero ahora mismo vas a hacer lo que yo te diga”. Vale, esta chica demás de simpática tiene un tacto de narices a la hora de tratar con la gente. Le pregunté cuándo podría entrar mi marido y su amable respuesta fue “entrará cuando tenga que entrar”, “menuda suerte he tenido con la prenda esta”, pensaba yo. Me hizo un tacto y se quitó el guante para irse sin decirme nada pero antes le pregunté si había dilatado algo más y me contestó sin ni siquiera mirarme “sí, estás de 5cm”, y yo pensaba “ah vale, entonces no estoy exagerando, ¿no?; pero la pregunta estrella por mi parte fue “estoy pensando en ponerme la epidural, ¿tú qué me dirías?”…
Y aquí me confieso: SÍ, ME PLANTEÉ PONERME LA EPIDURAL. Tenía unos dolores insoportables, porque además llegó un momento en que el dolor no se me iba con la contracción sino que permanecía, se me quedó una franja de dolor en la zona de los riñones que no cesaba, era eso o que tenía las contracciones tan seguidas que el dolor no cesaba… el caso es que por un lado intentaba convencerme de que iba a aguantar, y por otro me decía que por qué tenía que ser más valiente que nadie, por qué no podía ponerme la epidural y aliviarme un poco, que no tenía que demostrarle nada a nadie. El dolor nos hace flaquear, así que en ese momento no podía más y buscaba la manera de aliviarme.
Volviendo a la preguntita, mi amiga volvió a ser el paradigma de la simpatía y me contestó “mira, tú haz lo que te de la gana, yo te doy la información por escrito y si quieres ponerte la epidural te la pones, pero que sepas que va a tardar porque los anestesistas están en quirófano” y me tiró encima de la cama el consentimiento informado, que ni siquiera leí.
“5cm dilatados, un anestesista ocupado, al final va a ser peor el remedio que la enfermedad, prefiero aguantarme”. En ese momento recordé las palabras “óxido nitroso” y le dije a mi amiga que mi matrona de cabecera me había hablado de este gas como analgesia, si era posible usar las mascarillas, y bueno, como la que oye llover, pasó de mí como de comer cierto deshecho humano (o no humano).
Entonces aparecieron unas ganas leves de empujar, se lo dije y me dijo que probara a empujar a ver cómo lo hacía. Lo intenté, pero a penas podía, y muy amablemente me dijo “¿esto es todo lo que puedes empujar? ¡pues así no vas a parir en la vida! “, “¡es que no te enteras, pedazo de cacho de trozo de bruja, que acostada boca arriba NO PUEDO!” se lo hubiera dicho así encantada, pero hasta pariendo tengo más educación que ella y le repetí que con el dolor de lumbago boca arriba no tengo fuerza. Y le hubiera contestado muy a gusto “¡así que empuje tu …. MADRE!”
Pero en ese momento entró de nuevo la otra matrona, la que me vio en la habitación, así que respiré aliviada. Le comenté que había pensado pedir la epidural pero que creía que dilatada de 5cm no me valía la pena arriesgarme a que me pudiera complicar la cosa, y me dijo que no me preocupara, que todo iba muy bien y muy rápido. Así que nada de epidural. Entró la ginecóloga que me vio por la mañana y al ver la hoja del registro de monitores soltó un “¡uys, esto va a ir volado!”,¡ no sabéis qué bien me hicieron estas palabras!.
Le volví a insistir a la matrona (la buena, mi amiga afortunadamente hizo mutis por el foro y no volvió a aparecer) que no podía estar acostada y que por favor entrara mi marido, al que vi aparecer por la puerta en ese momento, y muy amablemente me trajo una silla con una empapadera para poder sentarme cómoda. Le recordé lo del óxido nitroso, salió de la habitación y al momento entró con la bombona y me explicó el funcionamiento.
Ya estaba relajada. Una matrona agradable, la presencia de mi marido y la máscara de Entonox en mi mano, sentada en una silla muy cómoda, un par de contracciones y venga chutazo de Entonox. Solo me dio tiempo a darle un par de aspiraciones, no puedo decir si realmente hace efecto porque no dio lugar a usarlo más de un par de minutos, pero cierto es que noté una sensación de “coloqueta cerebral”, como que se me iba la cabeza, y cierto es también que el concentrarme en aspirar el gas, expirar, aspirarlo de nuevo, durante la contracción hizo que me despistara un poco de la propia contracción y del dolor. Estoy convencida que de haberlo usado más tiempo me hubiese aliviado bastante.
Aquello iba rápido, llegó el momento de pujar y la matrona me trajo la silla de parto, ella se trajo un taburete y se sentó frente a mí para ver qué tal iba la cosa, y cuando vino la contracción mi marido me ayudó a pujar. Perfecto, lo hice tan bien que la matrona decidió pasarme a paritorio. Me preguntó si quería ir andando o en la cama, y yo ya como estábamos decidí ir a pie, y allí me planté frente al potro del paritorio.
Decir que en algún momento, no recuerdo cual, además de EPIDURAL, se me pasó por la mente la palabra CESÁREA. Sí, lo vuelvo a decir, el dolor nos hace flaquear tanto que en ese momento todo da igual. Me hubiera dado igual que me rajaran la barriga o me hicieran una episiotomía hasta el culo con tal de que aquello acabara pronto, ¡y menos mal que iba rápido!. En ese momento buscamos soluciones fáciles sin importarnos las consecuencias… Sin embargo tuve un segundo de lucidez y recordé las sabias palabras de la matrona, “una parturienta relajada tiene el 50% del parto ganado”, así que pensé en dejarme de tonterías y dedicarme a parir, que es lo que tenía que hacer.
En paritorio fue todo relativamente rápido. Me ayudaron a subir a la cama y pedí por favor que me la inclinaran para no estar totalmente en horizontal, así que me pusieron en una posición semi vertical que me alivió bastante. La matrona me dijo que iríamos a mi ritmo, que la avisara cuando sintiera ganas de empujar y ya ella me iba indicando, así que cuando llegaba la contracción se lo decía y ella me iba diciendo cuándo y cómo empujar, mientras mi marido me ayudaba recordándome las respiraciones y dándome muchos ánimos. Los dos estábamos tranquilos y muy concentrados en lo que estábamos haciendo, sabíamos lo que teníamos que hacer y la experiencia de un parto anterior nos ayudó a manterner la calma.
El expulsivo fue algo más lento que el de Iván, teniendo que cuenta que el de Iván fue exprés, pues coroné en el wc de la sala de dilatación y cuando me subieron a la cama Iván ya casi estaba fuera, no llegué ni a paritorio… Esta vez digamos que fue un proceso normal, la cabeza iba saliendo poco a poco, yo notaba como el periné se me estiraba y tensaba, ays qué dolor, intenté controlar la fuerza de los pujos como me indicaba la matrona y como nos enseñaron en las clases para evitar el desgarro, y seguí obedientemente cada una de las instrucciones de la matrona. Yo no hacía más que pensar que ya quedaba poco, que tenía que empujar con todas mis fuerzas, que cuanto mejor lo hiciera antes iba a salir mi niña y acabar todo aquel dolor, pero tenía que hacerlo bien para que mi niña no sufriera y yo no me hiciera un cristo ahí abajo.
Antía nació el 18 de julio, a las 2 en punto de la madrugada, tras tres pujos y un último tramo algo más duro y doloroso. Tras salir la cabeza escuché a la matrona decir “tiene una vuelta de cordón… dos… ¡tres!”, desenredó con cuidado a mi niña y ¡por fin!, después de sacar los hombros, salió mi niña. Se había acabado el dolor, fue el único momento en el que grité, grité de alivio, y en seguida la matrona puso a mi chiquitina sobre mi pecho. Ya me daba todo igual, las tres vueltas de cordón afortunadamente no produjeron ninguna complicación (se ve que tenía un cordón larguísimo, ¡menos mal!) y por fin tenía a mi llorona en mis brazos, sobre mi pecho, piel con piel. No la separaron de mí, no hizo falta. Todos los primeros cuidados, limpieza, corte del cordón, todo lo hicieron con Antía sobre mí, mientras ella respiraba sus primeros hálitos de vida extrauterina y buscaba mi pecho como un gatito hambriento.
Mi niña salío limpia, calentita, me enamoré de ella al momento y verle la carita hizo que me olvidara de todo el dolor pasado.
A la vez que hacían los primeros cuidados a Antía y esperábamos al alumbramiento yo hablaba con la matrona y le preguntaba si me había desgarrado mucho, y que si tenía que coserme por favor me pinchara algún anestésico, que ya no tenía ganas de aguantar más dolor. Aún faltaba expulsar la placenta, la matrona esperó paciencia a que llegara la siguiente contracción, me masajeó el útero para ayudar, y a mí ya me daba todo igual porque ya tenía a mi chiquitina en brazos. Cuando por fin salió la placenta me confirmó que tenía un leve desgarro que ni siquiera me suturaría, porque me iba a dar más lata la sutura en sí que el propio desgarro, que como mucho sentiría escozor al orinar pero que no me daría más molestias, “¡PERFECTO!”.
Mi niña se enganchó al pecho rapidísimo y empezó a mamar como una campeona, como si lo trajera aprendido de la barriga, en el momento en que sus labios rozaron mi pezón dejó de llorar y solo se oía su respiración agitada y su garganta tragando. No me lo podía creer, estaba saliendo todo como había idealizado, me sentía tan feliz y tan plena que mejor no habría podido ser.
Después de limpiarme, prepararme y pesar a la niña (3,040kg) nos llevaron a la sala de recuperación y allí nos quedamos por fin, los tres solitos. Mi niña no soltaba la teta, y a mi me entraron unas tiritonas que casi tenía espasmos del frío, provocadas según la enfermera y la matrona por el subidón hormonal, por haber sido un parto tan rápido y tan intenso, “por eso lo llaman trabajo de parto, porque es el trabajo más duro que una persona puede hacer”, me decía la matrona. Me echaron una manta por encima y cuando cogí temperatura tuve de nuevo otro subidón, pero esta vez supongo que de endorfinas porque no paraba de hablar con mi marido, con la matrona, con la enfermera, que casualmente fue la que me asistió en el parto de Iván y recordamos como no aquel momento. La matrona iba y venía, y de vez en cuando me masajeaba y me apretaba el útero para comprobar que se iba contrayendo correctamente, era algo molesto (incluso doloroso) pero ya lo peor había pasado; además me felicitó por el parto, por el buen parto que había tenido y por lo bien que yo lo había hecho, me dijo que estaba sorprendidísima por el control que tuve en todo momento tanto de las respiraciones como de los pujos, según ella controlé perfectamente mi parto y eso ayudó muchísimo a que todo saliera tan bien. Al final me sentí orgullosa de haber parido a dolor, sin epidural, de haberme autoconvencido de que podía hacerlo y de asumir que tenía que pasar un ratito malo pero que, si me comportaba como debía hacerlo, todo saldría bien y sería rápido. Y así fue.
Allí en la sala de recuperación postparto estaba muy relajada, y cuando llegó el momento de trasladarme a la habitación en planta la matrona se despidió de nosotros dándonos las gracias, “sois una pareja estupenda, con gente como vosotros da gusto trabajar”. El sentimiento era recíproco, y como no, nosotros no dejamos de agradecerle el trato que nos había dado y lo bien que había salido todo gracias a ellas, que no siempre una se encuentra con gente tan maja que lo hace todo tan fácil y llevadero.
Nos fuimos a la habitación y allí, a las 4 de la mañana, celebramos el nacimiento de nuestra niña comiendo un trozo de tarta de galletas que mi cuñada nos había traído esa tarde. La ocasión lo merecía, y yo tenía que recuperar fuerzas, como no. Y justo en ese momento entró una familia acompañando a una chica que ingresaban por posible parto. Y la sorpresa se la llevaron cuando vieron a mi niña en la cunita y les dije que acababa de parir, “hija, ¡viéndote cualquiera lo diría!”, pues sí, me encontraba estupendamente, para qué negarlo.
Así que, aunque después de romper aguas tardé cerca de 15 horas en ponerme de parto real, una vez empezó la fiesta todo fue muy rápido. Fue un parto mucho más doloroso que el de Iván, muy intenso y concentrado, pero por suerte rápido y bueno. El único incoveniente fue el rato que me atendió la matrona desagradable, por lo demás puedo decir que tuve un equipo fantástico y que no podía haber esperado un parto mejor.
Una vez más, al igual que me pasó con Iván, salí con la satisfacción de las expectativas cumplidas, tuve un parto natural, respetadísimo, donde primó mi voluntad y mis necesidades, donde se cumplieron una a una mis preferencias reflejadas en mi plan de parto. No se si la matrona lo leyó o sabía de su existencia, se que la ginecóloga lo incluyó en mi historial, pero pienso que de leerlo tuvo la voluntad y la buena disposición de respetar mi voluntad; y de no leerlo, me alegro de que no haya necesidad de pedir un parto natural y respetado, que salga de la propia iniciativo del equipo sanitario el hacer lo posible para que esto sea así.
De cualquier manera el resultado ha sido fantástico, pues nuevamente vuelvo a tener un recuerdo maravilloso de mi parto y la satisfacción de haber parido como quería. Y afortunadamente, alguna vez podré enseñar a mi niña cómo nació, ya que tengo la tremenda suerte de tener un precioso vídeo del nacimiento de mi princesa, al igual que con Iván. Y esto sí que hay que agradecérselo a la matrona, que no puso ningún tipo de impedimento para que inmortalizáramos tan importante momento.
Y así el milagro se hizo vida… otra vez. ¡Bienvenida, Antía!
Que bonitoooo¡¡¡
Antia que bien lo hiciste junto a mama.
Por cierto.. Ivan es lindisimo y muy chiquito todavia.. en la foto esta para comerselo. Le imaginaba mas grande¡
Besos.
Que estupendo, me alegro mucho q haya sido como tu querias y que haya ido tan bien. Me has dado un poco de ernvidia. Yo tuve induccion q acabo en cesarea y no se si podria parir asi. Lo has hecho super bien y la nena es preciosa. Y ademas nacio el mismo dia q yo
besos
Que relato mas bonito!!, se me han saldado las lagrimas. Es cierto eso de que las mujeres estamos preparadas para aguantar ese tremendo dolor, y tambien es normal flaquear por él, lo importante es tener la mente fria y concentrarte y relajarte para que el proceso sea mas rapido.
Lo has echo genial, y Antía te ha ayudado como una campeona.
Felicidades!!
Leyendote siento un poco de pena de mi cesarea… pero eso es lo que me tocó….y ese será mi recuerdo..
Enhorabuena por ese maravilloso recuerdo y por que "tu amiga" hizo mutis por el foro y te permitió tener un buen parto
Hay que bonito, que ganas de llorar y que recuerdos me llegan. Decirte también que están tanto tu hijo como tu, guapísimos en la fotografía antes de ir al hospital. Tampoco he visto a nadie que la bata blanca le quede tan bien hija… felicidades a los cuatro y muchos besitos a Antía que es un bomboncito y a Iván que es un mozo guapo
que bonito!!Ojala yo tenga un parto asi de bueno,mi madre tambien es asi de rapida,a ver si heredo eso jaja.Antía es preciosa!!
Besotes
pero q bonito todo! q espectacular relato, hermoso. Me dan ganitasssss
jajaj
besos
Que bonito!! Ya te lo dije con Iván, la envidia me corroe, pero la verdad es que tu hiciste todo (bueno y tu marido tb). Te lo mereces nena y Antía se merecía tb una venida al mundo tan estupenda!
¡¡Felicidades de nuevo y bienvenida Antía!!
Que bonito!!!….me has hecho recordar mi parto y según te iba leyendo estaba gesticulando muecas de dolor…yo todavía lo recuerdo y pienso que no hay dolor más grande que ese…..y eso que después de 8 horas con dolores y un centímetro y medio de dilatación, pedí a gritos la epidural, que me calmó durante unas horas!!!…yo no aguanté hija, que valiente!!!!!
Me alegro que el trabajo de parto fuese perfecto….que mantuvieses la calma y que Antía pusiera todo de su parte para salir…eso sí, no me extraña con la amenaza de quedarse sin paga hasta los 18 😀
Besos
En primer lugar, enhorabuena. Es preciosa!! Y ¡vaya milagro has traido a este mundo!! en segundo lugar decirte que eres una campeona, has tenido mucho valor y has ayudado en todo momento a tu niCuando sea mayor y se lo cuentes estará orgullosa de tí, de eso estoy segura. A mí también me has recordado un poco mi parto en algunas cosas: lo espabilada que salió la niña, la matrona desagradable, en ponerte música, en las respiraciones, en lo poco que me desgarré y los pocos pujos que tuve que hacer, y a mí también me dijeron que tenia muy buena cara para haber parido hacia media hora. Que me alegro un montón y muchos ánimos. Ya nos irás contando como va la peque. Un besito
que bien lo has contado!!
pero madre mia, dar a luz sin la epidural,uff que dolor!!
un beso!!!
nuria
Que bonito!!! Que emocionante, que bien contado, que maravilla!!! Jo que recuerdos! Que valiente y que fuerte fuiste, me alegro, felicidades Nereida!! Un besazo!
Te he dejado un premio en mi blog.
besos.
Que bonito!! llorando como una magdalena estoy.
enhorabuena familia!
Muchas felicidades!
Soy Marta, coincidimos en la útima reunión de Huelva Lacta (yo soy la otra embarazada que iba con mi niña y mi marido). He dado con tu blog por casualidad, y he pensado "esta chica me suena"… jeje.
Espero que mi parto sea tan sano y feliz como el tuyo. Mi primer parto fue muy parecido al tuyo, por lo que veo, express, y espero que el segundo también se parezca (aunque si me libro de la "amiga" casi que mejor…)., y también espero poder tener un parto natural, respetado y no medicalizado esta vez. Mañana salgo de cuentas, así que a ver cuándo quiere venir mi enano!
Espero que nos veamos en la próxima reunión, ya con nuestros enanos. Un beso!
Precioso! Ay, qué pena esa matrona tan petarda, la de epidurales, episiotomías y cesáreas que nos ahorraríamos si solo nos tratasen con más humanidad, en lugar de meternos miedo y desconfianza. Es un momento tan vulnerable, tan intenso física y psicológicamente, que en lugar de estar con nosotras, atendiendo nuestras necesidades y dando apoyo, prefieren drogarnos y cortarnos porque les da menos problemas.
Qué bien lo hiciste! Y menos mal que al final el personal que te asistió te apoyó y te dio ánimos para hacer lo que nuestro cuerpo de mujer sabe hacer porque para eso lo ha hecho así la naturaleza. 🙂
Qué bonito tu relato del parto.
Yo estoy embarazada de 11 semanas y con mucho miedo al ser primeriza. De momento todo está yendo a pedir de boca. Tengo muchísimas ganas de vivir la experiencia del parto, y de poder verle la carita a mi nena o a mi nene.
Nereida!! Felicidades por tu blog y por tus niños!
Yo me llamo Angela y es la primera vez que escribo. He encontrado tu blog buscando buenas experiencias de parto y maternidad y me ha encantado leerlo.
Yo soy de un pueblo de Sevilla y tengo una niña terremoto de 4 años y pico. He tardado bastante en decidirme por el segundo porque mi experiencia de parto e inicio de maternidad fue muy mala. Ingresé con inicio de dilatacion en el hospital Virgen Macarena de Sevilla. Al principio dilatando lenta pero bien ….pero llego la aceleracion que yo no quería. Oxitociona, no se cuantos tactos, rotura de bolsa sin consetimiento, y se llevaron corriendo las sabanas y pregunte por el liquido y no me dijeron que habia meconio. Desde ese momento un calvario de noche que pase que me obligaron a estar tumbada con monitor constantemente sin explicarme nada. Por mas que me queria levantar me decian que no. Y finalmente por la mañana antes de que terminaran el turno (acababa a las 8 y vinieron a las 6). Cesarea de urgencia. 2 horas postoperatorio sin ver a mi hija. Luego me encontraba muy mal y dolorida y no podia cogerla y nadie me enseñaba el tema de la lactancia. Las enfermeras no hacian mas que decirme que le diera bibi.
En fin….muy frustrante. Pero para julio espero otro y quiero ser positiva y buscar una mejor opcion. Estoy pensando elaborar mi plan de parto pero queria antes decidir a qué hospital ir. Entre Sevilla o Huelva pero público. El que me corresponde es Virgen del Rocio de Sevilla por mi residencia pero he oido muy malas críticas. El Macarena dicen que tiene cambios pero la verdad no se si repetir despues de tan malisima experiencia. El de Valme no tengo ni idea y cuando he leido tus partos pues me gustaria informarme mas. De los hospitales de Huelva (JRJ o Infanta Elena) no tengo referencias pero me gustaría que me dieras más detalles y me hablaras de ello por si me acerco un dia con plan de parto a charlar con algun matron o matrona.
Bueno, que no me enrollo mas y que muchas gracias y enhorabuena por tus peques y tu blog!!
Hola Ángela, felicidades por tu segundo embarazo y gracias por compartir la historia. Aquí, tanto en H. Juan Ramón Jiménez como el H. Infanta Elena están empezando -afortunadamente- a cambiar las cosas, pero todo sigue dependiendo fundamentalmente de quien te toque en el momento que vayas a parir. Tengo muy buens referencias de ambos pero también las tengo malas, no te voy a engañar. Es cierto que se está intentando aplicar las normas de humanización del parto, que hay profesionales sanitarios jóvenes y con ideas renovadas, y eso hace mucho. Yo no fui a hablar anteriormente con nadie porque, al funcionar por turnos, no sabes quién te va a atender cuando te toque, y más en verano con las vacaciones y sustituciones, así que es me pareció una pérdida de tiempo. Yo presenté mi plan de parto en el mismo momento en el que entré en la consulta de la ginecóloga con la bolsa rota, tras pasar una hora en monitores, lo llevaba en mi cartilla de embarazada y lo leyó delante de mi. Creo que el plan de parto es muy positivo, así como llevar a tu marido con la lección aprendida, y también concienciarte de que, aunque parece difícil, en el momento del parto es mejor conservar la calma, intentar no dejarse vencer por el dolor y así mantenerte lo más lúcida posible para poder responder si en algún momento te van a hacer sin necesidad algo que no quieres. Si quieres mándame un email a aventuraembarazo@gmail.com y hablamos de esto más tranquilas. Un besote.
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