El cambio se va produciendo poco a poco. Empiezo a notar cosas muy evidentes de tu crecimiento, mi ombligo empieza a estar tirante y la linea alba que todos tenemos (y casi nadie vemos) se tiñe y se vuelve nigra, me sale vello en toda la barriguita, y lo más maravilloso, te siento tanto que sé que estás muy vivo. Tus movimientos son cada vez más notables y habituales, y cuando acabo de comer se que me tengo que sentar algo recostada y poner mis manos sobre la tripa porque en breve empezarás a moverte. Da igual la hora, por la tarde, e madrugada… y no me importa desvelarme para sentir tus movimientos. Sin embargo tu papi está algo triste porque el todavía no te siente, aunque sé que es cuestión de tiempo que note tu presencia.

Seguinos discutiendo tu nombre, tu papi se empeña en llamarte Guillermo o Juan, y yo sin embargo quiero llamarte Alejandro, pero ninguno nos ponemos de acuerdo. Yo hasta me enfado cuando tu papi me toca la barriga y te llama Guillermo porque ese nombre no me gusta para tí. Y tu abuelo, sabio él, no quiere que te llames Juan aunque sea en su honor, pues sabe que enconces serás “Juanito” durante muchos años, como le decían a él de pequeño, y no quiere que eso sea así.
Pero por fin, el 28 de febrero, día de Andalucía, nos ponemos de acuerdo y tomamos la decisión. Te llamarás Iván, nos gusta a los dos, se lo contamos a todo el mundo, y parece que tu nombre gusta. Así que desde ese momento tienes nombre y nos dirigimos atí con todo nuestro cariño, para que te acostumbres a escucharnos. Que ilusión nos hace poder llamarte por tu nombre y hablarle a la gente de tí. Cada vez estás más presente en nuestras vidas.