Con mi niña en mi regazo, saltando como una loca, tocando las palmas viendo El Rey León, intentando robarme el ratón o pulsar las teclas del portátil, yo aún hiperventilo recuperándome del susto, mientras me la como a besos. Acabé de darle la merienda a Antía y la senté en el parque cuando en cuestión de segundos me doy cuenta de que no podía respirar. Estaba sentanda, con sus brazos...