Definitivamente los polvorones engordan, te los comas como te los comas. En este caso servidora, que pretendía catarlos de una manera alternativa a la tradicional, como os contaba aquí, se ha llevado el premio gordo al polvorón del año. Y toca contar cómo se me quedó el careto cuando confirmé que, efectivamente, el polvorón que no me comí lo estoy horneando. Como decía, me notaba hinchada, apretada, desbordada, me dolían...