El lado bueno de las cosas

Soy una persona positiva. Tengo la capacidad de ver el lado bueno de las cosas, o al menos intentarlo. Y de sacar una sonrisa incluso cuando me escondería a llorar todo el día, debajo del edredón de mi cama.

Me alegra que no me cueste trabajo ver algo bueno entre todo lo malo. En realidad me siento afortunada, creo firmemente que es un mecanismo de supervicencia que me permite agarrarme a que todo tiene solución, incluso cuando ésta pare lejana o imposible.

Y te preguntarás a cuenta de qué me pongo tan profunda. En realidad es a cuenta de nada. O puede que sea a cuenta de que se acaba el año y mi cerebro hace balance de lo que se queda atrás, pese a que yo no quiera.

El caso es que estoy en Edimburgo, pasando la primera navidad en familia lejos de la familia, viviendo una experiencia totalmente nueva para esta nuestra familia, en un piso prácticamente vacío al que hemos dado un poco de vida con una sencilla decoración navideña. Imposible no filosofar sobre los ires y venires de la vida con este ascetismo.

La vida nos ha cambiado muchísimo este último año. De una manera tan inesperada que si el año pasado a estas alturas, que me encontraba yo griposa de la muerte, me llegan a decir dónde estaríamos tal día como ahora, y de todo menos creérmelo.

El lado bueno de las cosas. Es el pensamiento que se me viene recurrentemente a la cabeza. Tras enganchar varios años de llegar al final de cada uno de ellos queriendo que se borren, el año pasado por fin conseguí, aún con fiebre y gripe, sentir que daba carpetazo a un buen año. Me lo merecía.

Y este año vuelvo a tener esa sensación. Gloriosa sensación. Por el simple hecho de echar la vista atrás, valorar en global y sacar en conclusión de que lo bueno es infinitamente mejor que lo malo, me conformo.

Otro pequeño pensamiento que tengo también de manera recurrente, es que me siento muy feliz de haber aprendido a vivir a ser feliz, valga la redundancia, con lo poco. O más que con lo poco, que realmente soy afortunada porque tanto yo como mi familia tenemos más de lo que necesitamos, con lo sencillo.

Darme cuenta de que para ser feliz no necesito mucho. Mi familia, todos bien, juntos, disfrutando del día a día. Que no falte el trabajo y tengamos estabilidad. En serio, no pido más.

Que no digo que no me gustaría pegar un pelotazo – “hola, Primitiva, ¿qué tal?” – pero siendo realista, me conformo con seguir así, firmo ahora mismo y vendo mi alma al diablo si hace falta para que nuestra vida continúe como ahora.

A estas alturas del pasado año lo último que me esperaba era una mudanza familiar. Más que una mudanza familiar, ¡una mudanza internacional!. Que todavía no estamos en Edimburgo indefinidamente, pero pronto se hará realidad. Espero que muy pronto, de hecho.

Así que esa es mi lotería. Lo que para mucha gente es una putada, porque llevo todo este año escuchando el sacrificio que es tener que irte fuera de tu casa, de tu tierra, de tu país, a buscarte la vida fuera porque en el tuyo propio te niegan esa oportunidad una y otra vez.

Pues oye, que ni tan mal. Que en dos generaciones por encima de la nuestra emigró mucha gente, gente que encontró en otras tierras la oportunidad de labrarse un buen futuro, y no pasa nada. Que no debería ser así, puede. Pero no es lo peor que te puede pasar.

Creo que, por un lado, a veces nos encerramos en nuestra zona de confort y no nos atrevemos a salir, cuando fuera podemos tener mayores oportunidades. Y por otro lado, he descubierto que puedo ser una ciudadana del mundo, y esa idea me mola. Que no pasa nada por vivir fuera de España. Que de hecho, para mi es un regalo.

Ya no hablo de la experiencia personal de vivir en un país diferente. Hablo de la oportunidad como familia, de encontrar aquí una estabilidad y una calidad de vida que se nos ha negado en España. Hablo de ofrecer a mis hijos la oportunidad de criarse en un país con una cultura, un idioma y unas perspectivas diferentes. Sí, nos ha tocado la lotería.ca

En todas esas elucubraciones me encuentro. Se hace de noche a las 4 de la tarde, estamos a -2 grados, y tengo delante de mi unas paredes blancas, nítidas, muy nórdicas, muebles los justos y decoración, ninguna. Como para no ponerse profunda.

Lo cierto es que hace casi un mes que no escribo ni dos palabras en el blog. Y acabo de comprobar que es algo que me pasa todos los años por esta época, en contra de mi voluntad. Así que tendré que revisarme eso de anticiparme, organizarme, programarme y tal.

Pero vuelvo a eso de disfrutar de las pequeñas cosas. Tras el caos de mi tercera maternidad y los meses de nebulosa emocional convulsa, estresante y demoledora, me prometí dejar de exigirme y sentirme plena con lo justo y necesario: que al cabo de cada día mi prioridad, que son mis hijos, estén bien.

Eso conlleva que ante cualquier imprevisto, alteración de nuestra rutina diaria, cuestión que requiera priorizar, la prioridad sean ellos. Y no este blog que es una parte esencial de mi misma, pero no tanto como mis hijos. Aunque me cueste hacerlo, pero ellos son lo primero.

Así que hemos encadenado males físicos varios – gastroenteritis, muguet – con la gracia de que van de uno en uno, y cuando se ha recuperado uno, le toca a otr@, con males materiales – coche averiado y visita al taller-, con final del primer trimestre y sus correspondendientes actuaciones, festivales y actividades.

Y con nuestro viaje a Edimburgo para pasar aquí las navidades. Preparar sola maletas para tres niños y para una misma, y viajar sola con los niños, no es pecata minuta. Así que ya no recuerdo el tiempo que hacía que no encendía el portátil.

Así que este es mi balance de fin de año. Quedarme con el lado bueno de las cosas.

Que ha podido haber cosas malas, lamentables, de cambiar sustanciamente mi vida. Pero precisamente, si no llego a ponderar y preferir quedarme el lado bueno de las cosas, probablemente en estos momentos no estaría escribiendo esto.

Así que ni tan mal. Mejor ver siempre el vaso medio lleno. Saber parar en los momentos de crisis y calibrar hasta qué punto merece la pena mandarlo todo a la mierda, pensar que no es tan tremendo.

O, simplemente, aprovechar la crisis y, como dicen los chinos, ver en ella una oportunidad. La oportunidad de ver el lado bueno de las cosas y sacarle todo el jugo.

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6 thoughts on “El lado bueno de las cosas

  1. Mo

    Me parece la mejor filosofía de vida, sin duda. Qué disfrutéis de las fiestas!
    Besos!

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    1. Aventura Embarazo

      Muchas gracias preciosa, feliz año para ti y tu familia bonita 😉

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  2. patricia bravo

    Pues si Alejandra yo ta,mbien veo el lado bueno de las cosas a veces me llaman hasta loca jajajja porque no entro en lamentaciones varias por todo,,pero te digo una cosa tienes ante ti una oportunidad de oro para nutrirte de otra cultura y hacer vuestro un idioma que no lo es y eso se lo estas dando a tus hijos por tu valentía de irte a otro sitio,,asi que yo lo veo bueno y si encima tus condiciones laborales/económicas van mejor allí ,,nada mas importa.un besazo feliz entrada de año.

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    1. Aventura Embarazo

      Pues chica, digo yo, ¡bendita locura!. Que no quita que tenga mis días malos, pero en serio que no puedo vivir de lamentaciones, y no sirvo para ello. Aunque siempre hay momentos de querer bajarte de la vida, ser positiva es una ventaja, y un salvavidas, sin duda.

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  3. Marta

    Hola Alejandra, nuestra familia lleva 4 años viviendo en Suiza y la experiencia genial!
    Lo que tú dices, ciudadanos del mundo y viviendo juntos toda la familia.
    Te sigo desde antes de que naciera mi hija mayor que acaba de hacer 5 años. Me encanta tu blog.
    Un abrazo, Marta

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  4. El reto de hacer una mudanza familiar internacional - La aventura de mi embarazo

    […] a iniciar una nueva vida en otro país. Digo afortunadamente porque yo lo siento así, como contaba en un post que escribí estas pasadas navidades. Me parece un regalazo tener la oportunidad no solo la propia experiencia […]

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