Autonomía y madurez de los hijos. Tomar decisiones a los 9 años.

autonomía y madurez de los hijos

La autonomía y madurez de los hijos evoluciona en ellos a medida que crecen. Para algunos llegará antes, para otros después, no hay una regla exacta aplicable a todos los niños del mundo. Y por supuesto depende mucho de las circunstancias personales, familiares, el momento, el entorno y, como no, el propio niño.

(Matizo que utilizo “niño/hijo” como genérico por ahorrarme tener que escribir en reiteradas ocasiones “hijo-hija, niño-niña”).

Mi hijo mayor cumplió 9 años este pasado verano y está en esa etapa de su vida en la que para unas cosas es un niño, pero para otras cosas es mayor. Complicado, para él como hijo, y para mi como madre. Toca dialogar aún mucho más para que esa lucha niño-mayor nos traiga los menos quebraderos de cabeza posible.

Normalmente, mientras nuestros hijos son pequeños, somos los padres quienes asumimos la toma de decisiones en lo que respecta a ellos. Es cierto que muchos tomamos en consideración la opinión de nuestros hijos, les preguntamos, les escuchamos. Yo lo hago porque me facilita mucho tomar una decisión no se si acertada, pero al menos aproximada a las necesidades y deseos de mis hijos. Pero la decisión en sí, como adultos maduros que somos, suele recaer en nosotros.

Para mi es especialmente práctico plantear a mis hijos todas las cuestiones que me ayudan a tomar una decisión con respecto a ellos. Me gusta saber qué quieren, qué piensan, incluso qué solución aportan ellos, puesto que quizás me propongan algo que a mi jamás se me ocurriría.

Un ejemplo. El pasado curso mi hijo acudía a bastantes actividades extra escolares, todas deseadas y elegidas por él. Cuando las eligió tuvimos problemas con casar los horarios, y dos de sus favoritas, Robotix y piano (enseñanza oficial en conservatorio), se pisaban. Dado que el conservatorio es una enseñanza oficial y que él llevaba ya varios años preparándose para ello, obviamente tenía preferencia. Así que en principio tenía que renunciar a Robotix. El problema era que ésta comenzaba media hora antes de que acabara la clase de piano. A mi no me importaba que se incorporara tarde a la clase de Robotix, pero desde el centro de actividades, por respeto al resto de compañeros y al desarrollo de la actividad -totalmente razonable-, no lo permitían.

Cuando se lo expliqué, le hice ver que no había otra solución. No podría asistir a Robotix. Y él se apenó mucho porque realmente es una actividad que le encanta.

Mi sorpresa fue cuando, en la siguiente clase de piano, le dijo al profesor que no podría ir a Robotix porque empezaba antes de que acabara la clase de piano y no podía llegar a tiempo. Pero que se le había ocurrido que, ya que la clase de piano dura una hora y eran tres compañeros, que en lugar de intercalarse de uno en uno, podría dedicarle a él los primeros veinte minutos de clase y así llegaría a tiempo a Robotix.

Confieso que en ese momento pensé que madre mía, cómo se había atrevido a proponerle eso al profesor. Mi sorpresa fue que su profesor, conocedor de su pasión por Robotix, le dijo que le parecía una buena solución y que si a sus compañeros no les importaba, por él no habría problema

Y así fue como a lo largo del curso mi hijo pudo dar su clase de piano y acudir al taller de Robotix. Gestionó él solo el conflicto aportando la mejor de las soluciones, que no es que no se me hubiera ocurrido, es que yo no me atrevía a proponerla a su profesor, no fuera considerada un abuso por mi parte.

Este año tenemos el mismo problema, aunque más complicado. El horario es totalmente incompatible de todas las maneras posibles. Tiene que renunciar, bien a asistir al taller de Robotix, bien a dar clase de piano con su profesor. Yo he intentado en la medida de mis posibilidades que los horarios encajen y hasta había pedido cambio de horarios de lenguaje musical. Pero ayer me llamó su profesor de piano para darme su horario y, al decirme que si cambio su horario tendría que cambiar de profesor, ahí hablamos de palabras mayores.

Cambiar de profesor puede ser pecata minuta para otros. Para nosotros es un gran problema. Mi hijo no es un alumno fácil, en el sentido de que su alta capacidad intelectual condiciona su respuesta en clase. Puede ser el mejor alumno, y a la vez el peor. Muchos profesores no entienden su comportamiento, es algo que además trabajamos muchísimo en casa y en cooperación con el colegio. Por eso, dar con un profesor que es sensible con respecto a ello y que busca la mejor manera de ayudar y sacar rendimiento al máximo a las capacidades de mi hijo, es una lotería.

Como también es una tortura, y muy cansado para mi, tener que dar explicaciones y justificar una y otra vez ante profesores nuevos lo mismo, cada vez que inicia una actividad o le cambian el profesor. Solo pensarlo me da dolor de cabeza.

Así que ayer, tras intentar hacer por mi cuenta lo máximo posible, le expuse la situación. Tiene que elegir. No puedo hacerlo yo por él. Podría, pero sería injusto porque las consecuencias recaen sobre él, no sobre mi. Por mucho que crea que hago lo mejor para él, no quiere decir que realmente sea lo mejor.

Con 9 años creo que tiene la capacidad suficiente para tomar este tipo de decisiones, que afectan directamente a su día a día y a su vida, al menos en sus expectativas con respecto a las actividades que le gustan. Si no toma la decisión, al menos debe ser conocedor de la realidad, de lo que pasa y por qué las cosas serán como vayan a ser. Quiero que sea consciente de por qué priorizamos una actividad sobre otra, por qué debe que elegir y por qué la solución perfecta a veces no se puede dar.

Conste que a mi tampoco me gusta que tenga que elegir porque se lo que disfruta del taller de Robotix. Pero es algo que siempre puede volver a retomar sin problema, cuando surja de nuevo la oportunidad.

Con el instrumento y la enseñanza musical oficial no es tan fácil. Uno no puede matricularse en el conservatorio, darse de baja y volver a matricularse así, cuando quiera. No. Por no decir que estudiar piano ha supuesto un gran esfuerzo por nuestra parte, porque para ello hemos tenido que comprarle un piano. Lo hemos hecho encantados de la vida porque tanto su padre como yo somos conscientes de la pasión que tiene por la música y las ganas que tenía de aprender a tocar un instrumento. Pero eso también implica responsabilidad por su parte.

Le he hecho ver lo que supone cambiar de profesor. Él es el primero que quiere seguir con su profesor, es un niño que en seguida coge aprecio a la gente que tiene cerca. Pero además, es consciente de que su profesor hace un especial esfuerzo por entenderle y ayudarle.

Poniendo todo sobre la mesa, el motivo por el que no quiere dejar  Robotix es, entre otros, sus amigos. Y aquí tocamos hueso y algo que también quiero trabajar con él: sus amigos.  Amigos sí, todos los del mundo y ojalá le duren toda la vida, pero no podemos tomar las decisiones relevantes de nuestra vida en función a lo que hagan o dejen de hacer los amigos.

Está en ese momento en el que confundo los conceptos compañer@-amig@. Y como decía antes, es muy apegado a la gente, si hablas con él dos minutos, conectais y se siente a gusto, ya eres su amigo para toda la vida. Pero claro, mi responsabilidad es hacerle ver que no todos los conocidos, ni siquiera compañeros de actividades a las que acude con relativa frecuencia, son amigos.

Y que aún siendo amigos, no puede hacer o dejar de hacer lo que le gusta según lo que hagan sus amigos. Porque quizás dentro de mucho o poco tiempo ese amigo ya no esté presente en su vida, y él haya perdido una oportunidad que ya no puede recuperar por atender más razones sentimentales -amigos- que prácticas -lo que esta actividad me gusta, me aporta, me permite- por lo que no todo es que aquí tenga más amigos, y allí no.

Es complicado ¿eh?. Pero es la realidad. Y creo que mi responsabilidad como madre es ponerle los pies en la tierra lo máximo posible y que pueda tomar decisiones desde el corazón, pero con cabeza. Que valore sus posibilidades y entienda las consecuencias.

A lo mejor es demasiada responsabilidad para un niño de 9 años. O no. Quizás me equivoque, o no. Pero creo que puede comenzar a ser autónomo y tomar decisiones a sus 9 años, al menos en ciertas parcelas de su vida.

Tomarlas yo por él podría ser lo fácil, pero también lo egoísta. Porque a lo mejor lo que yo creo que es lo mejor para él no lo es, o lo que a mi me parece más sencillo, para él es un mundo, o no es lo que quiere.

Quizás lo más razonable sea que tomemos la decisión entre ambos. Que yo aporte mi punto de vista desde mi propia experiencia, además de como madre. Que él me aporte su opinión, sus argumentos, comparta sus deseos y sus preferencias. Ambos pongamos en común, y entre los dos tomemos no la decisión perfecta, pero sí la más adecuada, en la medida de lo que podamos.

En mi vida he sentido, por encima de muchas cosas, que he tenido – y tengo – que tomar muchas decisiones sola, ya no sin apoyo, sino sin ni siquiera alguien con quien compartir mis dudas y que me pueda aportar algo de luz, u otro punto de vista, a veces imprescindible para no cometer una cagada monumental.

Así que esto nos va a servir para mucho.

Para no ser yo la única que decide sobre aquello que atañe directamente a mi hijo.

Para fomentar su autonomía y responsabilidad dándole lugar a que tome sus propias decisiones.

Sobre todo, para demostrarle que siempre puede confiar en mi, que dos cabezas piensan más que una, y que compartir tus dudas e inquietudes con alguien de tu confianza puede ahorrarte más de un quebradero de cabeza innecesario.

Y además… me gusta hablar con mi hijo. Me gusta hacerle reflexionar, plantearle disyuntivas, ponerle los pies en la tierra en aquellas cosas que su corazón y alma de niño idealiza.

Me gusta hacerle partícipe de sus decisiones, ofrecerle herramientas para capear los posibles conflictos que pueda enfrentar, y sentirme cómplice de su crecimiento como persona.

Y sobre todo, me gusta acompañarle en su camino por la vida de la mano, enseñándosela y ayudándole a madurar a cada paso que damos juntos.

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5 thoughts on “Autonomía y madurez de los hijos. Tomar decisiones a los 9 años.

  1. Catalina de mamatambiensabe

    Claro que si… ya es más que hora de que tengan voz y voto en las decisiones que les atañen, e incluso ser los que decidan. Muy bien Ale…

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    1. Aventura Embarazo

      Tienen edad más que suficiente para ello, y creo que es positivo que adquieran autonomía y seguridad en sí mismos para afianzarse de cada a madurar y crecer, ¿no crees?

      Responder

    2. Aventura Embarazo

      Por supuesto, educar es enseñarles también cuando deben hacer las cosas por ellos mismos y asumir las consencias, en la medida en la que puedan, según su edad. Yo creo que esto es muy positivo de cara al futuro, ojalá sea así 😉

      Responder

  2. Aventura Embarazo

    Tienen edad más que suficiente para ello, y creo que es positivo que adquieran autonomía y seguridad en sí mismos para afianzarse de cada a madurar y crecer, ¿no crees?

    Responder

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