Mi Princesa de seis años

mi princesa de seis años

Mi princesa de seis años. Mi niña preciosa acaba de cumplir 6 años. Qué lejos ha quedado aquel bebé que alguna vez fue, una etapa que se me antoja efímera como la tenue luz de una vela de cumpleaños.  Ahora es una niña hechita y derechita, con su personalidad, su carácter y su forma de ser bien definida, única donde las haya.

Al menos para mi, que soy su madre, no puedo ver a ninguna otra niña con los ojos con los que veo a mi hija. Me parece maravillosa en toda su extensión y un verdadero milagro que esta personita haya salido de mi, no puedo sentir mayor orgullo. No la he elegido, no se puede comprar, ella es así y he tenido la suerte de que sea mi hija.

mi princesa de seis años

Mi princesa ha pasado de ser una niña pequeña a ser una niña, tal cual. Una niña resuelta, pizpireta y resalada, tan dulce como gamberra, tan princesa como guerrera, tan tierna como fiera. Parece fina y delicada con su melena dorada y esos ojos verdes de perderse en ellos.

Y bajo esa apariencia de muñeca de porcelana hay una niña con un carácter fuerte, valiente y echada p’alante. Y no puedo sentirme más orgullosa.

Adoro a mi hija en cada una de sus facetas, es irremediable. Tiene sus momentos de capricho, de egoísmo infantil, de pataleo enérgico, ceño frundido y brazos cruzados, pero su bondar rebosa por más que intente contenerla.

Es generosa hasta el infinito. No es niña de “solo mío”, es feliz compartiendo aunque suponga que ella no lo disfrute, y tiene su mérito pudiendo permitirse el lujo de ser egoísta, al menos para sus cosas. Pero sabe, o debe pensar, que compartir es tener más, y menudas lecciones me da a su seis años.

Es una niña sumamente alegre y extrovertida. A pesar de que tardó en hablar y parecía tímida y reservada, guardaba dentro su mayor tesoro. Un carácter con el que se gana a la gente aún más que con su belleza, que no es poca, y que encandila nada más sonríe o pronuncia una palabra.

Mi niña es esa niña que llama la atención por donde quiera que va. Por guapa -sale a su madre-, por simpática -sale a su madre-, por cojonuda -sale a su madre-.

Porque en ese cuerpecillo, en esa cara dulce de no romper un plato, también hay un genio y un carácter fuerte que se brota como el champán tras descorchar la botella. Ese carácter que te dice “soy pequeña, pero cuidado, que se defenderme”. Y me encanta.

Me encanta porque no se deja avasallar. Sabe que es pequeña en tamaño, sabe que otros y otras le ganan, pero ella se defiende siempre como un gato panza arriba. Solo cuando consigo misma no basta, busca ayuda.

Ella se cae y no llora. Se levanta y dice con cara de orgullo “no me he hecho nada, no me ha dolido”, porque le gusta hacerse la fuerte. Pero si se hace algo, si se duele, busca mi consuelo, mi abrazo, mis besos curativos y otra vez a hacer el indio, que para eso es una niña.

Es muy princesa, no lo puedo evitar. Ni quiero que lo evite. Maldita manía la de no dejar a los niños que sean o que quieran. Mi niña no espera que venga ningún príncipe azul a solucionarle la vida, ¡menuda es con el carácter que gasta!.

Pero le encantan los vestidos de princesa, los tacones, el maquillaje y cantar Suéltalooooo hasta el infinito y más allá aún a riesgo de que nos caiga un invierno perpetuo. Porque ha heredado mis ojos pero no mi oído. Hasta en lo que no brilla es maravillosa.

Aunque si la dejas elegir, prefiere ser una valiente aventurera como Vaiana. Un espíritu libre que quiere ir más allá, rompiendo ataduras y miedos.

Había una vez una princesa de melena dorada y ojos verdes de perderse en ellos. Una princesa de carita preciosa, de sonrisa resplandeciente, de mirada pura e inocente.

mi princesa de seis años

Era una princesa pizpireta, presumida y muy coqueta, feliz con sus vestidos, con su rosa, con su lazos de muñeca. Y también era una princesa gamberra, despreocupada, feliz de jugar y disfrutar sin preocuparse por manchar sus preciosa ropa. Una princesa que robó el corazón de su madre desde que abrió los ojos a la vida.

Feliz seis años, mi princesa guerrera.

 

 

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