Mi hijo es de alta capacidad intelectual. Hay vida después de los 6.

Después de tiempo en el que el final del embarazo y el nacimiento he tenido este tema algo abandonado, hoy retomo #haymásvidadespuésdelos6 recordando que tengo un hijo de 7 años con el que no se acaban, ni mucho menos, las preocupaciones.

Este mes el tema es el de los niños especiales. Porque sí, todos los niños son especiales por sí mismos, y más para nosotras como madres, pero a veces, por una razón u otra, nos toca ser madres de niños un poco más especiales. Ni diferentes, ni anormales. Especiales, en su simpleza y con toda su complejidad.

En mi caso sí, mi hijo mayor es especial para mi por el simple hecho de ser mi hijo, pero además es especial con respecto a otros niños y eso nos lleva a encontrarnos ante un reto más, y es que esa especialidad condicione su vida lo menos posible.

Mi hijo mayor es un niño de alta capacidad intelectual. O de altas capacidades. Lo cierto es que aún hay tanto por hacer en este campo que ni sabemos ni cómo denominarlo, lo que crea una gran confusión. ¿Alta capacidad, altas capacidades?, ¿es lo mismo que ser superdotado?. Pues va a ser que no.

Así, para entendernos y resumiendo muy mucho, la alta capacidad intelectual implica tener una inteligencia superior a la media y destacar en una o varias áreas cognitivas; la sobredotación va más allá, teniendo en cuenta características especiales de la personalidad, y una alta creatividad.

Se puede decir que no todas las personas de alta capacidad intelectual son superdotados pero sí todos los superdotados son de alta capacidad intelectual. Y lo que sí debe quedar meridianamente claro que la determinación de “alta capacidad intelectual” no se establece en un baremo numérico de CI sino que es una valoración conjunta de las diferentes capacidades intelectuales.

Pues en esas nos hallamos, pero no es una novedad sobrevenida recientemente mi mucho menos sino algo que sospechamos desde que era bien pequeño, cuando mi hijo aún no había cumplido los 3 años. De hecho ahora estamos en el mejor momento, hasta ahora, porque ya es “oficial” de cara a las instituciones educativas y por fin está en un centro escolar dispuesto a cubrir sus necesidades educativas. Que no es moco de pavo, por desgracia no es la tónica general y son muchos los padres con hijos de alta capacidad intelectual que la escuela supone para ellos un muro contra el que chocar continuamente.

Mi hijo es de alta capacidad, sí. Pero es un niño, no es un adulto, que a veces parece que por ser “superdotado” ya tiene la capacidad intrínseca de comportarse como un adulto maduro. Para mi hijo resulta muy difícil el choque de emociones en el que vive, la madurez que tiene derivada de su inteligencia por un lado y el niño que realmente es. Niño que, como todos, tiene sus cosas de niño, incluyendo las trastadas, las pataletas eventuales y las gracias escatológica (caca, culo, pedo, pis). Cosas de un niño normal.

Que poco me gusta la palabra “normal”.  “¿Tu hijo es superdotado?, pues yo prefiero que el mío sea normal”. Ojos en blanco. Los míos. “¿¿¿!!!PERDONA!!!???. Mi hijo es normal, tan normal como cualquier niño”.

Que su cabeza vaya a mil por hora no lo hace diferente a cualquier otro niño en su esencia, no tiene tres ojos ni aletas en lugar de pies. Como si me hubiera tocado una desgracia, desde luego lo que hay que oír. Que no es fácil, vale, pero es que realmente criar y educar no lo es, y no hace falta tener un niño “especial” para que sintamos que formarle como persona es la empresa más dificultosa y exigente de nuestra vida como padres.

A muchos padres les asusta cuando sospechan o alguien le insinúa que su hijo es “muy inteligente”. Desde mi experiencia y opinión te digo ya: ¿de verdad crees que es lo peor que le puede pasar a tu hijo?. Ya te digo yo que afortunadamente NO. Vale, no es cómodo, no es fácil pero, quieras verlo o no, si tu hijo tiene alta capacidad tiene un don que bien canalizado puede ser extraordinario, dependerá en gran parte de vosotros que eso sea así.

Muchos padres intentan mantener oculto el hecho de que su hijo sea de alta capacidad intelectual para que no le señalen, para que no llame la atención, para que no destaque, para que no lo etiqueten como “el listo”. Como si ser inteligente fuera motivo de vergüenza. Respetables todas las decisiones, cada padre decide cómo educar a sus hijos.

Pero no sucede lo mismo cuando en lo que destaca tu hijo es tocando un instrumento, o en algún deporte, fueros donde los padres se salen del pellejo del orgullo que sienten. No me imagino al padre de Messi diciendo “uys, este niño vale para el fútbol, voy a quitarle la pelota no sea que destaque y se metan con él“. Absurdo, ¿verdad?. Díselo a Messi.

Yo no alardeo de ello, básicamente porque no hay motivo para hacerlo, que mi hijo sea de alta capacidad intelectual ni es mérito propio ni le garantiza nada de cara al futuro -de hecho en estos niños es más frecuente el fracaso escolar que el éxito, lamentablemente-, por lo que no creo que haya lugar a presumir de algo que no he propiciado.

Pero tampoco lo oculto, a mi hijo se le ve, se le nota, cualquiera que no lo conozca y lo escuche hablar de “sus cosas”, su vocabulario, su expresión oral, me dice “uys, este niño es muy inteligente”– a veces como si yo no me diera cuenta- y lo digo: sí, lo es. Ni con más ni con menos orgullo, como si me dijeran “tu hijo tiene los ojos verdes”, pues sí, los tiene.

No lo oculto y además mi hijo es consciente de su alta capacidad intelectual. Una vez vino muy afligido del colegio porque resulta que en deportes es poco hábil, además de no tener destreza en ningún tipo de deporte, no le gustan, motivo por el cual no juega al fútbol o al baloncesto en el recreo -prefiere llevarse un libro y leer tranquilo, cosa que no hace solo porque tiene un par de compañer@s que también lo hacen-, como muchos de sus compañeros. Venía triste porque decía que si tal corría más rápido, tal jugaba muy bien al fútbol, tal botaba muy bien la pelota… Y él era “muy malo” porque no le salían bien ninguna de esas acciones.

Me dio mucha pena ver cómo se sentía y tenía que motivarlo de alguna manera. Así que me senté con él a hablar para ver si lograba que entendiera que todos hacemos algo bien. Le fui preguntando qué se le daba bien a sus compañeros, lo que él percibía, y me lo contó. Entonces yo le dije que todos somos muy buenos en algo, aunque a veces no nos demos cuenta.

“Unos niños son muy buenos jugando al fútbol, otros corren mucho, otros tiran muy bien a canasta, otros tocan de maravilla un instrumento… y tú aprendes muy rápido, probablemente más rápido que todos tus compañeros de clase. Tienes la suerte de que las cosas que os enseña la maestra las entiendes antes que los demás, y sin esfuerzo.

Eso es lo que se te da bien, aprender, así que aprovecha ese talento que tienes y no te sientas menos que los demás, porque quizás no seas el mejor dando patadas a un balón, pero eres el mejor aprendiendo cosas nuevas.

Pero, como todos los que son buenos en algo, no basta con ser bueno, además hay que trabajarlo, así que si tú eres bueno aprendiendo tienes que trabajar para sacarle todo el beneficio”.

Se sintió infinitamente mejor y comprendió que, efectivamente, no todos podemos ser bueno en todo pero a todos se nos da bien algo, y que debemos potenciar aquello que se nos da bien. Y esto sirvió como motivación no solo personal -darse cuenta que realmente él también destaca en algo que le pasaba desapercibido- sino que no basta con ser inteligente sino que debe acompañarlo de trabajo, mucho trabajo.

Hoy por hoy en el colegio es feliz. Todavía no hemos iniciado al adaptación curricular, que vendrá más pronto que tarde, pero su maestra entiende su especialidad, lo motiva, lo complementa y ha logrado que se encuentre cómodo y seguro, cosa que no logramos en educación infantil. Es muy trabajador, consciente de sus capacidades y de sus carencias, e intenta trabajar tanto unas como otras.

Si la maestra pone deberes los hace en cuanto llega a casa, y si le recomienda practicar caligrafía porque no se entiende lo que escribe -es el principal problema de que su cabeza vaya más rápido que su mano, disincronía lo llaman- no tengo que decirle nada, él mismo dice “venga mamá, vamos a hacer un dictado para mejorar mi letra” y todos los días me lo recuerda.

Aunque tener un hijo de alta capacidad intelectual requiere un trabajo extra con ellos, también puede ser muy gratificante y divertido. Y es que realmente me lo paso muy bien con las ocurrencias de mi hijo, con sus deducciones, sus reflexiones, poder hablar con él a fondo de temas que un niño de su edad aún no comprendería.

Yo no se qué será de mi hijo en el futuro. Tampoco se si lo estoy haciendo todo lo bien que debiera, pero al menos lo intento porque es mi obligación como madre.

Solo se que mi hijo tiene unas necesidades educativas especiales que nos negaron por activa y por pasiva durante 3 años, que tuvimos que pagar de nuestro bolsillo cuando no no sobraba el dinero una valoración psicológica para confirmar que no estábamos equivocados, que tuvimos que cambiar de centro escolar para no seguir siendo ignorados.

Solo se que hemos tenido que luchar para que sea reconocida la capacidad de nuestro hijo porque, nos guste o no, influye en su educación escolar, en su vida. Y que no me arrepiento por ello porque mi hijo es feliz y disfruta en el colegio y con sus compañeros como no lo hizo en toda la etapa de educación infantil.

Solo se que estoy dispuesta a hacer todo lo posible y más por que las necesidades de mi hijo sean cubiertas a todos los niveles, tanto por parto del centro escolar como por nuestra parte. Es mi obligación y responsabilidad como madre, no quiero arrepentirme en un futuro por no haber ayudado a mi hijo a desarrollar su capacidad y que ésta en lugar de abrirle puertas, se las cierre.

No quiero que se convierta en un adulto desmotivado y sin expectativas. No quiero que fracase, como yo, ni sentir que pude hacer más y no lo hice por no verlo o no darle importancia, como le sucedió a mi madre.

Como dice mi querida Mamá de Parrulín, tener un hijo de alta capacidad intelectual es como conducir un Ferrari: no es un coche normal, no se conduce como los demás, pero cuando aprendes a hacerlo es una auténtica gozada.

Hay vida después de los seis años” es una iniciativa en la que queremos implicar al mayor número posible de blogs con el fin de hacer más visibles los problemas y situaciones que viven las familias con niños que han dejado ya atrás la primera infancia. Hijos en edad escolar, preadolescentes, adolescentes… todos tienen cabida aquí. Si estás interesado en aportar tus experiencias sobre el tema propuesto, no tienes más que publicar bajo el hashtag #hayvidadespuesdelos6 el tercer lunes de cada mes.

Hayvida después de los seis años” es una iniciativa en la que queremos
implicar al mayor número posible de blogs con el fin de hacer más
visibles los problemas y situaciones que viven las familias con niños
que han dejado ya atrás la primera infancia. Hijos en edad escolar,
preadolescentes, adolescentes… todos tienen cabida aquí. Si estás
interesado en aportar tus experiencias sobre el tema propuesto, no
tienes más que publicar bajo el hashtag #hayvidadespuesdelos6 el tercer
lunes de cada mes. – See more at:

Hermanos, los mejores amigos. Hay vida después de los 6 años.

 

6 thoughts on “Mi hijo es de alta capacidad intelectual. Hay vida después de los 6.

  1. Montsar Mis chic0s y yo

    Comparto contigo lo que has dicho sobre tu hijo mayor. Mis hijos también son "especiales" A veces ,se suele decir que educar a estos niños es difícil y a menudo me lo preguntan directamente pero para mi lo normal son mis hijos, no conozco nada más tan de cerca. Y sí, hay trabajo por hacer con ellos, hay que luchar a menudo en el colegio..Pero, hablando a nivel personal es lo mejor que me podía haber pasado: su curiosidad, su interés por lo que les rodea, la emoción que ponen a cada paso es increíble!! Como te ha pasado a ti, hubo un momento en que se hizo "oficial" y aquí si que te digo que las etiquetas en ocasiones pesan y generalmente cuand esto ocurre es por el desconocimiento sobre las altas capacidades. Siempre les he dicho a mis hijos que son afortunados porque tienen buenas cartas pero solo con eso no basta, hay que saber jugárlas y en eso estamos!!

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  2. Pilar Martínez

    Me ha encantado!
    Mi hija también tiene alta capacidad y es cierto que parece que a veces nos sentimos un poco obligados a esconderlo para que no piensen que estamos alardeando (cosa que no ocurre si a un niña se le da bien tocar un instrumento o un deporte).
    Yo no lo escondo. No voy diciéndole a todo el mundo lo lista que es mi niña pero si me preguntan lo cuento con total transparencia.
    Para mi es un regalo y así deberíamos tratarlo 😉

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  3. Mo

    Olé! Conozco un poco el tema por la mamá de Parrulín, y me doy cuenta de lo frustrante que debe ser que no se os ofrezcan las medidas necesarias para canalizar la capacidad de vuestro hijo. Por falta de implicación y motivación por vuestra parte no será, desde luego. A mí me parece que lo hacéis genial.
    Besos!

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  4. Cata de mamatambiensabe

    Qué buen post Ale, no sabes lo que me has ayudado con él. Me encantó el tema de la motivación, cómo le planteaste su gran habilidad para aprender. No es fácil, claro que no, pero es que en general la crianza no lo es, esto solo pone un punto más. Yo creo que lo más difícil es el manejo del entorno, no tanto a ellos, sino a la sociedad….

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