El niño que se me hizo grande

Hay un motivo por el que la maternidad no se me ha hecho cuesta arriba: ya sabía lo que era criar un bebé.

Es lo que tiene sacarle nada menos que 15 años de edad a tu único hermano. Es lo que tiene que durante 15 años lo que más desearas en la vida fuera un hermano pequeño. Es lo que tiene participar activamente del embarazo de tu madre y casi arrebatarle la crianza de su bebé.

Sí, la llegada de mi hermano al mundo fue un revulsivo en mi adolescencia y un punto de inflexión en mi vida. Recuerdo comprarle el test de embarazo a mi madre, esperar ambas el resultado con impaciencia, alegrarnos al ver el positivo y vivir esa etapa con una ilusión sin parangón.

Ilusión… Y miedo. Ese positivo vino tras un embarazo frustrado que culminó por entonces a los 6 meses de gestación, en el que mi madre tuvo que guardar reposo absoluto desde el comienzo y en el que, finalmente, tuvo que parir a su bebé muerto en el útero. Muy duro. Viví la peor de las realidades junto a mi madre y de alguna manera eso me preparó para mi maternidad.

El miedo duró poco, el tiempo de decirle a mi madre que dejara de pensar que este embarazo podía acabar igual y que ella tenía que ser la primera en convecerse de que todo iba a salir bien. Y así disfrutamos del embarazo, de cada ecografía, viendo su barriga crecer semana a semana.

Estuve a punto de asistir al parto. Mi madre cumplía el 10 de noviembre y esa noche, antes de acostarme, dejé la ropa preparada por si tocaba salir corriendo esa noche. Y así fue. A las 4 de la mañana mi madre vino a despertarme, era el momento. Un taxi nos esperaba en la puerta para ir a la clínica y parecía que iba a parir allí mismo. Fue todo muy rápido, nada más llegar la llevaron a la habitación, vino la matrona, le hizo un tacto y al momento rompió aguas. Me impresioné bastante y en ese momento dudé y mis dudas hicieron al equipo médico declinar mi deseo de entrar a paritorio.

Se llevaron a mi madre y en poco menos de 45 minutos me trajeron a un precioso bebé de casi 4 kg que pusieron sobre mis brazos. Sí, en una época de deshumanización del parto, donde hacían episiotomías sin preguntar y donde lo último era el contacto prematuro de la madre con el bebé, la primera en coger en brazos a esa criatura fui yo. Era lo mejor que me había pasado en la vida.

Ahora me doy cuenta que, sin querer, ahí empecé a criar con apego. Sin querer, sin pensarlo, solo porque me salía y lo sentía así, crié a mi hermano con apego. No había límites ni miedos, cogía a mi hermano en brazos a placer y sin impedimentos. Aún recuerdo cuando yo llegaba del instituto, me sentaba a comer corriendo para que me diera tiempo a darle el biberón, y al acabar me acostaba en el sofá, lo ponía sobre mi y los dos nos dormíamos.

Yo tenía 15 años y era una hermana orgullosa de un bebé preciosa al que daba biberones, cambiaba pañales, bañaba, y sacaba a pasear. A nadie le extrañaba verme en el parque con mi pandilla de amigos y mi hermano en el cochecito. Era feliz haciéndome cargo de él en todo lo que podía.

Quien me ha conocido a lo largo de estos años sabe cuán importante ha sido mi hermano. Mis primeros meses en Huelva fueron muy duros, de mucha soledad -no por falta de amistades, sino por mi culpa, pero eso es harina de otro costal-, y salir con mi hermano me ayudó a no encerrarme en casa.

Siempre lo llevaba conmigo, si quedaba a tomar café con las amigas, si íbamos a dar un paseo, a la playa, si me iba  a hacer la compra, donde fuera. Siempre con el enano de la mano. Íbamos al circo, al cine, a cualquier actividad infantil que surgiera. Era la que lo llevaba al pediatra y hasta tomaba decisiones sobre él, era la que escogió el colegio al que debía asistir.

Sin duda, los momentos que más recuerdo con él es, precisamente, la Semana Santa. Desde que era un peque de poco más de dos años le apasionó, los tambores, las imágenes, todo. Lo que fue salir a conocer la cultura y tradiciones de una nueva cuidad se convirtió en una afición que aumentaba cada año que pasaba.

Así que todos los años era yo la que salía de casa por la tarde temprano, con la mochila cargada de botellitas de agua, bocadillos y snacks para pasar toda la jornada viendo procesiones. Tenía que llevarlo a ver salidas y recogidas, así que salíamos a las 4 de la tarde y no volvíamos hasta mínimo las 2 de la madrugada. Esto con un crío de 4 años, y así hasta los 8. Nos obligaba a ponerle un conjunto de pantalones cortos, chaleco y corbata porque tenía que ir elegante, recuerdo tener que lavarle el conjunto a diario porque no admitía otra cosa.

Pero lo que más recuerdo son las largas horas con el niño en brazos. En brazos o en los hombros, lo más alto posible para poder ver entre tanta muchedumbre. No miento si os digo que, cuando descubrí los portabebés ergonómicos, lo primero que pensé fue “¡joder, qué bien me hubiera venido esto para llevar a mi hermano en Semana Santa!”. No exagero.

A partir de los 8 años más o menos ya no era tan intenso porque yo ya me había independizado y mi entonces novio, ahora señormarido, trabajaba en la televisión local y le tocaba echar la jornada completa grabando las procesiones, así que yo lo acompañaba. Era mi madre la que le acompañaba, aunque ella no tuvo tanta paciencia y aguante como yo. Y a medida que fue creciendo y echándose amigos, pues ya se sabe, fue yendo a su bola.

En todos estos años ha dado mucho la tabarra con la Semana Santa. Le encantaban los tambores -no las cornetas- y quería salir de penitente en una cofradía. Yo no tenía muchas ganas de tener que andar tras él horas y horas, así que le dije que si quería ser penitente tenía que hacerlo con todas las consecuencias, es decir, no salirse de la procesión cuando estuviera cansado e irse, sino aguantar de principio a fin. Era una responsabilidad y, con 12 años, ya tenía edad para tomar esa decisión y asumir sus consecuencias. Lo dejó ahí pero año tras años ha dado la chapa con lo mismo.

Hasta este año. Hace unos meses consiguió lo que llevaba años anhelando: entrar en una banda de cornetas y tambores. Y no en cualquiera, sino en una de las mejores. Lleva meses aprendiendo a tocar el bombo y participando en las actuaciones de la banda, lucendo uniforme de gala con orgullo.

Pero ayer era un día grande. Después de tantos años tocando un tambor de juguete tras la banda, por fin se estrenaba tocando con su banda en Semana Santa. Y yo, que me hago la dura, tengo que reconocerlo: me sentí muy orgullosa. No podía ser menos.

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Yo, que me confieso atea pero que irremediablemente no puedo evitar que me guste la Semana Santa que vivimos aquí -no con fervor, pero sí con interés y cierta emoción-, que tantas procesiones he cargado a mi hermano a mis espaldas, me sentí muy orgullosa no solo de ver a mi hermano parte de ella, sino de ver que por fin estaba disfrutando como quería algo que sentía desde muy, muy pequeño.

Y no pude evitar que se me vinieran de golpe todos esos recuerdos de aquel pequeñín que me hacía patearme calles, que aguantaba como un campeón horas y horas en la calle, que casi no sabía hablar pero se conocía todos los pasos, palios, cofradías y bandas. Aquel pequeñín que, de alguna manera, me preparó para ser la madre que soy hoy. Aquel pequeñín que, estando embarazada de mi primer hijo, me hizo dudar si querría a mi hijo tanto como lo quería a él.

El tiempo ha pasado volando, ahora tiene 20 años y vuela solo. Y verlo ayer me hizo darme cuenta de que, antes de lo que creo, me veré en una situación similar, solo que en lugar de ser mi hermano el que se ha convertido un hombre que cumple sus ilusiones, será alguno de mis hijos.

Ojalá sea así, pero por favor. que no pase tan rápido.

PD: prometo buscar alguna foto antigua e ilustrar el post como se merece.

12 thoughts on “El niño que se me hizo grande

  1. Mo

    La verdad es que criar a tu hermano fue un entrenamiento a lo grande…Este post rezuma amor por los cuatro costados.
    Yo también pienso mucho en lo rápido que va todo…así que, a disfrutar!!
    Muas!

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    1. Alejandra La aventura de mi embarazo

      Sí lo fue, y me alegro mucho de ello porque me ha ayudado a tener cierta perspectiva sobre la maternidad, a no crearme ideales y ser más realista.
      Un besote.

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  2. estefania

    Ayyy!!!! has hecho emocionarme, yo, al igual que tú, también crié a mi hermano. Soy mayor que él 11 años y lo cuidé como una auténtica madre. Nuestros padres tenían que trabajar y mi hermano y yo nos quedábamos al cuidado de mi abuela, cuando yo salía del colegio me ocupaba de él como si fuera su madre, le daba biberones, cambiaba pañales, le paseaba, etc… y lo hacía con el mayor gusto y satisfacción, para mí era lo más importante de la vida. Aún me acuerdo como salía del colegio desesperada por verlo, abrazarlo, besarlo y cuidarlo. Después tuve a mi hijo y pese a que lo tuve jovencísima sabía lo que me esperaba en la crianza de un niño y no dudé ni un segundo en que sabría satisfaccer las necesidades de mi hijo.
    Ahora ya tiene 19 años y sigue siendo mi debilidad, lo quiero con toda mi alma, como si fuera mi hijo. Es el mejor regalo que me pudieron hacer mis padres.

    Un saludo

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    1. Alejandra La aventura de mi embarazo

      Para mi también fue el mejor regalo que me han hecho, es más, mi madre no hubiera tenido más hijos si no fuera por mi insistencia jajaja.

      Besos

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  3. Marieta

    Alejandra, me has emocionado un montón! Qué orgullosa debes de sentirte!
    Un abrazo!

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    1. Alejandra La aventura de mi embarazo

      Es algo diferente al orgullo, no se, es saber que formé parte de la educación de ese niño que hoy es ya un hombre… Y que alguna vez sentiré lo mismo con mis hijos 😉

      Un besote

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  4. mari chollos

    ayy que coincidencia! Yo tengo 5 hermanos y los 4 mas pequeños tienen 5,7,12 y 18 años. A los 4 los he visto casi nacer,los he bañado,los he llevado al parque,me he quedado con ellos alguna noche etc.
    Pero ahora se repite la historia jeje, mi propio hijo tiene 3 hermanas mayores por que su papa estuvo casado antes, Y cuando yo di a luz no hubo tiempo de avisar al papi por que todo fue muy rápido y la que estuvo presente en el parto fue una de sus hermanas. Jamas olvidare su cara de emoción cuando nació,como llorábamos las dos, y su cara mirándolo embobada cuando le dijeron que lo cogiese. En el piel con piel estuvimos solos los tres,ella mi hijo y yo, y desde entonces yo creo que tiene un vinculo especial con el. De hecho ella es la madrina.
    ya se que sacar 22 años a tu hermano no es lo ideal,pero yo las veo que lo disfrutan un montón,y el con ellas se lo pasa pipa, y por ejemplo yo a mis hermanos de igual edad no los he disfrutado como a los pequeños. Es distinto,pero no me parece que sea malo.

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    1. Alejandra La aventura de mi embarazo

      Qué bonita historia la tuya, ¡¡¡me encanta!!!. Desde luego, tener un hermano con tanta diferencia de edad es diferente y quizás no sea lo ideal, pero también tiene su aspecto positivo, y en el fondo lo que importa es el lazo que se crea. Un besote.

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  5. Yo y mis mini yos

    Wow! Que maravillosa historia 🙂

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    1. Alejandra La aventura de mi embarazo

      Sí, jajaja aunque para mi es de lo más normal, ahora que tengo dos hijos que se llevan una edad "normal" me estoy acostumbrando a que eso es la normalidad jajaja.

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  6. planeandoserpadres LTR

    ¡Uy! Pues sí que llegaste tú con práctica de sobra a tu propia maternidad. Yo también digo que crié a mi hermano, pero no de este modo (sólo nos llevamos 20 meses) pero aún así era la que se encargaba de ayudarlo con sus tareas del cole, con las matrículas, aconsejándole sobre sus amistades más que mis padres… ¡y así seguimos!

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    1. Alejandra La aventura de mi embarazo

      Tú has cuidado a tu hermano y eres una gran hermana mayor :). Mi hijo también apunta maneras de ser así, y confieso que me encanta!!!

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