Rabietas: ignorar, ningunear, no es la solución

Últimamente he leído en varios medios a través de las redes sociales consultas, opiniones, teorías y demás sobre el tema de las rabietas infantiles y cómo gestionarlas, sobre todo enfocada desde el punto de vista del niño manipulador y cuasi tirano.

He leído opiniones, a veces de manos de profesionales, de que lo mejor es ignorar, hacer caso omiso o “ningunear” al niño hasta que se le pase y se de cuenta de que no se va a salir siempre con la suya.

Creo que, para empezar, hay que diferenciar bien pataleta de rabieta, que aunque lo parezca no es lo mismo.  Yo como adulta puedo enfadarme, irritarme, llorar y perder los nervios por algo con lo que no estoy de acuerdo, y tendré una pataleta, no una rabieta; de la misma manera un niño pequeño -entre los 16 meses y los 3 años aproximadamente- puede protestar, llorar, patalear y tirarse al suelo por algo que quiere y no consigue y tendrá una rabieta, no una pataleta.

Para mi la diferencia estriba en la maduración y en el conocimiento. Para tener una pataleta hay que tener la capacidad de racionalizar los sentimientos -capricho, enfado, ira-, ser consciente de la situación y la rabieta responde a la frustración que no entender por qué no puede ser lo que se pretende. Es decir, un niño con 4 o 5 años tiene ya la capacidad de entender perfectamente por qué a tal hora hay que irse del parque, o por qué no puede quitarse la ropa en medio de la calle, pero un niño de 2 años aún no entiende esas cuestiones y ello le lleva a exteriorizar su frustración a través de la rabieta.

Hay dos cosas actitudes en la crianza o en la educación con las que, de manera personal, no estoy de acuerdo, aunque respeto que cada uno actúe como mejor crea ya que es criterio de cada uno cómo decida hacer las cosas. Yo he pasado por la etapa de las rabietas como todos los padres con sus
hijos y no ha sido fácil, teniendo en cuenta que además coincidió con el
embarazo de la niña.

Una de ellas es la de ignorar las rabietas. Yo lo he hecho, no me ha funcionado y me he hecho sentir mal, es decir, he probado a dejar llorar y revolcarse por el suelo a mi hijo a ver si así se le pasaba y, lejos de ello, me he sentido culpable por no se capaz de entender su frustración.

Para mi ha sido mucho más positivo, y sobre todo para mi hijo, gestionarla de otra manera: intentar calmarlo, darle un abrazo en silencio o simplemente permanecer a su lado esperando a que le pase. Mi empatía me lleva a pensar cómo me sentiría yo si de repente me viera llorando a pleno pulmón y la gente me ignorara. Puede que a lo mejor lo que me ha llevado a llorar no tiene importancia pero en ese momento lo necesitaba hacer, y al verme ignorada probablemente no vuelva a hacerlo pero no porque haya aprendido a no hacerlo, sino porque se que nadie se interesará por mi, y lo que necesitaba soltar se quedará dentro, reconcomiéndome y frustrándome aún más, aunque sea la mayor tontería del mundo. No es necesario tener razón para necesitar y agradecer el consuelo.
La distracción también me ha funcionado, es decir, prever una situación que puede derivar en rabieta y evitarla para no llegar a ella. Supongo que a veces nos creemos que por ser adultos tenemos razón en todo lo que hacemos o hay que dárnosla, y pese a que sepamos que vamos a entrar en conflicto con nuestro hijo lo hacemos “porque soy mamá”, “porque mando yo” o “porque sí”. La rabieta no solo afecta al niño, también nos afecta a nosotros, nos hacer perder el control, los nervios y eso puede llevar a que actuemos de una manera que no lo haríamos si estuviéramos tranquilos.

La otra es dar órdenes. Yo creo que ese es uno de los puntos flacos de la educación, y de nuevo hablo desde mi misma. Cuando recibo una orden me siento inferior y hago las cosas porque me están obligando, ya de cierta mala gana; cuando me piden las cosas mi actitud es otra. Así que por mi parte intento hacer lo mismo con mi hijo y obviamente el resultado es diferente. No voy a decir que mi hijo hace todo lo que le pido, ni mucho menos, siempre hay momentos de rebeldía y desafía, pero no creo que se deba dar órdenes a un niño como si fuera un soldado en la mili. Las órdenes suponen una jerarquía y sí, soy su madre y estoy por encima pero no como un ser supremo que manda y ordena, sino como la persona que lo educa, lo guía en la vida y, sobre todo, lo quiere. Una orden no puede provenir de alguien que te quiere.

Ningunear no lleva a nada, o al menos a nada bueno. A nadie nos gusta sentirnos ninguneados, sentirnos despreciados, sentir que nuestros sentimientos no son tomados en cuenta ni importan a nadie. Ningunear hará que el niño se ponga una coraza para disfrazar el dolor de la humillación, que de igual manera desprecie y humille a otros niños. Ningunear hará de nuestros hijos adultos sin empatía, sin consideración por los demás. Yo no doy a mi hijo lo que no quiero para mi. Para
mi ningunear supone faltar al respeto, y si le ninguneo luego no podré
quejarme cuando me lo devuelva. Creo que así no se enseña a respetar y he obtenido más cuando he intentado entenderlo, ponerme a
su altura o simplemente estar ahí con él que cuando me he puesto por
encima, pues además de no lograr nada además me hacía los nervios.

Aunque parezca difícil se puede educar e instaurar límites sin necesidad de imponer, ordenar, dejar llorar o ningunear. Intentar entender a nuestros hijos, mostrar empatía hacia ellos, no es romper la barrera del consentimiento y dejar que hagan a sus anchas. Para educar en el respeto éste debe ser recíproco, es la única manera de que un niño lo comprenda.

Nadie dice que sea fácil, yo soy la primera que pierde los nervios más veces de las que quisiera y me equivoco más que nadie, pero hay que intentarlo, por nosotros, por nuestros hijos, por todos.

6 thoughts on “Rabietas: ignorar, ningunear, no es la solución

  1. PEQUEÑO PRINCIPE

    Buenos días

    Te he mencionado en mi blog para concederte un premio. Enhorabuena.

    Besos

    PEQUEÑO PRINCIPE

    Responder

    1. AventuraEmbarazo

      Muchas gracias, me pasaré por allí 🙂

      Responder

  2. Ser Educadora - BRT

    No puedo estar menos de acuerdo, especialmente con el título que ofrece la entrada (por que lo generaliza todo)
    Entiendo que hablas desde tu experiencia como madre y que solo te has enfrentado a un niño que por su temperamento y personalidad has tenido que desarrollar otras estrategias para solucionar el problema. Espero que te sirva también para la pequeña, me alegraría profundamente.
    Como educadora, con un grupo de 18-20 niños por aula, te digo que ignorar SI es la (mi) solución a muchas conductas y situaciones (extinción de una conducta ignorandola en lugar de prestarle atención), pero hay que tener y dejarle claro al niño en cuestión: que cuando te calmes hablamos de lo que pasa. A mi me funciona siempre. Por otro lado educar implica también 'mandar y ordenar', se le puede cambiar el nombre y ponerlo más bonito, pero es lo mismo. Yo me pregunto…. ¿Si tu hijo tiene que salir de casa y no quiere vestirse? ¿Lo dejas ir desnudo? ¿le mandas que se vista? Aunque se lo pidas por favor, le estás ordenando una acción. Un padre y una madre debe ser figura de amor,de respeto y de autoridad a la vez, de lo contrario nos encontramos con adolescentes dignos de 'hermano mayor'. Vamos, yo en mi trabajo soy una mandada aunque tengo cierta autonomía y no por ello me siento inferior ni hago las cosas de mala gana (porque por hacer las cosas de mala gana alguna compañera mía , se ha ido a la calle…).
    Bueno, no me voy a entretener más porque, es tu opinión sobre un tema desde tu experiencia personal y como madre y eso no es discutible en absoluto. Pero como haces referencia a profesionales de la educación y me incluyo en el bombo, me he tomado la libertad de soltarte la parrafada. Un saludo

    Responder

    1. Anónimo

      Muy de acuerdo contigo.

      Responder

  3. Mo

    Yo estoy de acuerdo contigo. Alguna vez, por no poder atenderlo, he ignorado las rabietas de Peque y lo único que consigo es que duren más. En general intento explicarle de forma simple el motivo por el que le niego lo que él quiere, y si, por la ofuscación de momento, no puede entenderme, me quedo a su lado mientras se va calmando. Y luego trato de hablar del tema.
    En el momento clave a veces me ha funcionado bien distraerlo con otra cosa, y si se puede, evitar la rabieta cuando sabes que algo sí o sí la provocará.
    Un besote!

    Responder

  4. Anónimo

    También hay niños que cuando intentas consolarlos o abrazarlos se ponen peor, y que si te das la vuelta poco a poco se calman. Cada niño y cada padre son diferentes, que cada cual haga lo que le haga sentir mejor y le funcione.

    Responder

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

cuatro × 4 =

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.