Nuestro sueño feliz

29J. Día mundial del Sueño Feliz. 

Queremos que el hashtag
#desmontandoaEstivill se convierta en trend topic en Twitter y que
blogs, páginas y perfiles de Facebook se llenen de mensajes a favor del
Sueño Feliz.

En nuestra casa el sueño no es un trauma, ni un mal momento del día, mucho menos un conflicto.
En nuestra casa se duerme a placer, sin nervios, sin llantos.
En nuestra casa no hemos necesitado leer “Duérmete niño” para que mis hijos aprendan a dormir.
En nuestra casa dormimos felices.

Dormimos como marmotas desde el primer día que Iván entró en casa siendo un bebé, no tuve reparos en meterlo en mi cama cuando así lo necesitamos, quisimos, pudimos y nos dio la gana. Y hasta hoy, 4 años después, Iván ha dormido con nosotros cada noche lo que me ha permitido sentir su calor, besarle y abrazarnos sin límites, escucharle hablar en sueños, acompañarle en sus pesadillas y terrores nocturnos, vigilarle cuando ha estado enfermo, despertarnos juntos, decirnos “te quiero mucho” entre susurros, despertarme junto a él cada una de las mañanas. Y sí, junto con la lactancia materna, esta experiencia, esta costumbre, esta relación ha sido lo más bonito de mi maternidad.

Pero Iván ya es grande, ocupa más espacio, él mismo reconoce que ya es mayor y vuela hacia su propia cama, eso sí, acompañado de momento de Papá, porque después de 4 años durmiendo siempre en compañía no es justo que duerma solo. No nos engañemos, no es mala costumbre, yo llevo 10 años durmiendo cada noche sin mi marido, y la noche que no lo hago lo hecho de menos, siento que me falta algo y no concilio el sueño. 
Ahora le toca a Antía, con la que no colechamos en el sentido estricto de la palabra porque en una cama de 1,35m no estamos cómodos, pero nos hemos buscado nuestras maneras. Ella no me necesita tanto, es más independiente, más autónoma; duerme del tirón desde que nació y no demanda tanto pecho por las noches, con lo que cuando se duerme la dejo en su cuna y se queda allí, a placer. Eso sí, la cuna bien pegadita a la cama, a mi lado, para que sienta que estoy allí cuando me necesita. Son muchas las noches que se despierta y la paso a la cama para darle el pecho, y sin darme cuenta nos dormimos juntas, felices, tranquilas, y nos despertamos por la  mañana así, juntas y felices. Las noches que papá se queda dormido en el sofá aprovecho para dormir con mis dos polluelos, esas noches soy la mamá bocadillo y, aunque no puedo moverme porque me flanquea cada uno a un lado, me encanta sentir como mis niños me buscan en sueñis y se pegan a mí, es maravilloso sentir que soy su refugio, su mejor almohada, su centro de seguridad. Y ahora que Iván se ha hecho independiente, Antía disfrutará aún más del placer de dormir bien pegadita a su mamá.
En nuestra casa hay rutinas y horarios para dormir, pero no son normas impuestas por consejo o recomendaciones ajenas sino surgidas de nuestra propia convivencia. Mis hijos son dormilones y se han adaptado perfectamente a nuestros hábitos de sueño, se despiertan por las mañanas a la misma hora que nosotros, dormimos la siesta a la misma hora y por la noche creamos ambiente (bajamos luces y volumen de la tele) para que ellos mismos sientan que es el momento. Pero no seguimos normas rígidas, ni contamos tiempos, mucho menos dejamos llorar. No. 
Iván se duerme conmigo, después de cenar sabe que es hora de dormi y se acuesta conmigo en el sofá, bien pegadito a mí, él solo se va relajando, busca la postura como un gatito y cuando nos damos cuenta está roncando. Y Antía es igual, si antes no se ha dormido sentada en la trona o en la silla, la acuesto sobre mi pecho, le da la mano a su hermano y así se duermen juntos. Y juntos nos vamos a la cama.
Esta imagen no podría ser más apropiada, aunque en nuestro caso tendríamos que añadir dos padres de huellas gatunas, ya que también colechamos con los ostros dos miembros que completan nuestra familia, nuestros gatos.
Nuestra siesta es sagrada, después de comer todos dormimos, Iván sabe que a esa hora toca un ratito de siesta y aunque muchas veces dice que no quiere dormir o no tiene sueño porque prefiere ver los dibujitos yo se que necesita dormir (porque si no se pone muy impertinente y a las 6 de la tarde se duerme esté donde esté), me basta con acostarlo junto a mí para que él solo baje el nivel de energía, se relaje y se duerma plácidamente.
Mis niños duermen felices. Es más, duermen en cualquier lado, ya sea fuera de casa, con mucha luz y con el mayor ruido del mundo, si tienen sueño les basta con encontrar una postura cómoda o refugiarse en mi regazo para dormir a pierna suelta. Duermen en la playa (y los papás aprovechamos para relajarnos también un poco), duermen en el coche (no me hace falta entretenerlos con el dvd portátil), duermen si, estamos de celebración (cena, boda o lo que sea), duermen allá donde les pillen; somos previsores y si vamos a algún sitio donde sabemos que ambos se van a dormir seguro (una boda o celebración) nos llevamos sus dos sillas para que ambos descansen tranquilos; si es algo imporvisado y va a ser solo un ratito entonces echamos mano de los portabebés, acuestamos a Iván en la silla de Antía y yo la llevo a ella, o si ella también duerme Papá lleva a Iván en la mochila ergonómica. Y así podemos disfrutar de nuestra vida, rutinas y actividades sin que las necesidades de sueño de nuestros hijos sean un impedimento.
Yo no he leído Estivill, ni falta que me hace. No tengo nada en contra de quien sí lo ha hecho y aplica su método, respeto a todos los padres porque cada uno decide como criar y educar a sus hijos, y así como a mí no me gusta que se metan en mi vida yo no me meto en la de los demás. Pero yo no voy a dejar a mis hijos llorar, no les voy a imponer una rutina, no les voy a obligar a dormir solos en una habitación cuando yo duermo acompañadade mi marido cada noche. El sueño es un proceso, una maduración, un camino a recorrer, y yo estoy dispuesta a acompañar a mis hijos a lo largo de ese recorrido hasta que estén preparados para dormir solos. Así, sin nervios, sin llantos, sin traumas.
Definitivamente, nosotros dormimos felices, no cabe duda.

2 thoughts on “Nuestro sueño feliz

  1. Lorena Escobar

    Hola, totalmente de acuerdo con vos! mi hijo mayor tiene hoy 11 años y hasta hace muy poco se escapaba de su habitación para dormir acurrucado en mis brazos. Su hermanita Luisana tiene 7 meses, y duerme de a ratos a mi lado y otros en su cuna muy cerquita mio. Que placer despertar las dos abrazadas, porque me dormí amamantandola!

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  2. Estivill, a mi no me vendes tu método - La aventura de mi embarazo

    […] nuestra casa, en nuestra familia, el sueño de nuestros hijos nunca ha sido un problema. Gracias al colecho hemos dormido tranquilos y felices y mis hijos han crecido sanos, sin traumas, sin problemas y sin consecuencias por esta “mala […]

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