Nuestro tesoro se hace grande

Photobucket

Parece mentira cómo pasa el tiempo, y cómo ha cambiado Iván en estos dos meses. Ya no tiene cara de recién nacido, ya no parece tan débil y frágil, a veces hasta me da pena que crezca tan rápido.
Pero está tan guapísimo (sí, amor de madre, ¡qué le vamos a hacer!) y nos está enseñando tantas cosas que disfrutamos cada segundo que nos ofrece. Es impresionante ver como aprende a vivir, como va descubriendo las cosas más simples, como se sorprende, se espabila, se despierta al mundo.
Va cambiando día día y lo vivimos con muchísima ilusión. Cada vez sostiene mejor su cabecita, aunque ya desde la segunda semana intuíamos que en este aspecto iba a ser prematuro, porque cuando me lo ponía boca abajo sobre mi pecho se convertía en el “niño tortuga” intentando levantar la cabeza para verlo todo.
Además cada vez está más despierto, abre sus preciosos ojos y no pierde detalle de nada. Cuando lo siento en su hamaquita se queda embobado con la tele, supongo que le llamará muchísimo la atención tanta luz y colorido.
Cuando lo llamo por su nombre o le hablo, se gira y me mira, ya nos reconoce, nos sigue con la mirada, sabe que estamos allí. Y si lo dejamos solo o no le hacemos caso intenta llamar la atención, ¿cómo puede ser tan listo con lo pequeño que es?
Le encanta que le cante y le haga tonterías, tendré que aprenderme un buen repertorio de canciones porque se le pone una carita cuando le canto… le gustan mucho la canción de los patitos y la del señor Don Gato y cuando llora si se las canto se queda tranquilito.
Se duerme solito en su cuna, no se despierta por la noche, qué bueno es que deja que su mami descanse para tener energías para él durante el día.
Pero lo más bonito, con lo que más disfrutamos, sin duda, es con su risa. Ha aprendido a sonreir, a reírse, y lo hace en multitud de ocasiones. Cuando está durmiendo de repente vemos que empieza a reirse solo y pensamos “¿qué estará soñando para estar tan feliz?”; o cuando se rie después de haberse tirado un pedete el muy bribón; cuando le hago cosquillitas en los pies, o le paso el dedo por su barbilla, o simplemente lo estoy mirando y empieza a sonreirme.
Qué razón tiene quien dice que no hay nada más bonito que la sonrisa de un niño.
Es que no puedo describir todo lo que sentimos. Estamos muy contentos y muy felices y disfrutamos muchísimo con Iván, con cada ratito que pasamos con él, con cada gesto, sonrisita, llanto que nos ofrece. Reconozco que tenemos suerte con lo bueno que es, ¡ ya tendrá tiempo de ser malo!
La verdad es que ante decía que no me sentía sola porque tenía a mis gatis, pero ahora puedo asegurar que me siento menos sola todavía. Y hablando de los gatis, decir que aunque no me esperaba menos, estoy muy contenta por lo bien que lo llevan. La peque siempre ha sido más huidiza, se acerca a él, le huele despacito y con una distancia prudente, y lo vigila cuando está en su cuna, es muy graciosa. Munki se acerca más, ya lo ha hecho suyo, lo ha aceptado, le roza con su cabeza para demostrarle que lo quiere y me encanta verlo. Estoy muy contenta de que Iván se crie en compañía de unos animales tan cariñosos, en contra de lo que digan los que no conozcan a los gatos, ¡Somos una familia de 5!
Prometo seguir contando todos los avances de nuestro peque.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

quince + doce =

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.